CANDÁS MARINERO REVISTA NUMERO 44 CANDÁS MARINERO | Page 3
DÓLMENES DEL MONTE
AREO, CARREÑO. CAMPAÑAS
ARQUEOLÓGICAS DE 1991 A
1994
Miguel Angel de Bias Cortina
En 1801 González Posada, historiador local de
Candás, remitía a la Real Academia de la Histo-
ria su in- forme sobre el concejo de Carreña con
destino al Di ccionario Geográfico-Histórico de
Asturias, el ambicioso e incumplido proyecto de
Martínez Marina. En dicho informe se anotaba
la presencia en el área de San Pedro y San Pablo,
en el Montea Areo, de algunas "mámmulas o tetones
que se podrian conjeturar se pulcros", que Gonzá-
lez Posada creía de época romana. En 1806 da
noticia de estas observaciones a Jovellanos, quien
le responde desde su confinamiento mallorquín
de Bellver aceptando la interpretación funeraria
de aquellos montículos, modo sepulcral "tan co-
mún en otros paises".
Los túmulos de Monte Areo permanecieron desco-
nocidos, pese a la precocidad de su localización,
hasta nuestros días. Será M. Busto (1984, 51-53)
quien recupere la cita antigua y quien gracias a
las indicaciones de algunos paisanos señale la exis-
tencia de tres túmulos en la zona de San Pablo,
en la parroquia de Guimarán. Si la tradición oral
cuenta que a principios de este siglo eran bien
visibles los túmulos, lo cierto es que en las últi-
mas décadas el paulatino abandono del Monte
había permitido el crecimiento de un abigarra-
do monte bajo que lo hacía casi inaccesible.
Hubo que esperar a incendios recientes para que
fueran posibles el recorrido de la sierra y su ex-
ploración arqueológica.
La noticia, en 1989, de que en el Monte se pro-
yectaba acometer la concentración parcelaria hizo
que avisáramos de los riesgos arqueológicos a la
Consejería de Cultura. De posteriores consultas
nació el acuerdo entre aquella Consejería, la de
Agricultura y el Ayuntamiento de Carreña, sus-
tanciado en una primera fase de prospección efec-
tuada por J. Camino Mayor. La fase exploratoria
nos permitió conocer la entidad, inesperada por
su amplitud, de lo existente, además de su locali-
zación cartográfica y oportuno balizamiento. Es-
ta primera intervención trataba de evitar que los
espacios arqueológicos sufrieran con las obras
debidas a la nueva red de pistas y caminos, y con
las previsibles roturaciones.
Para una segunda fase, a partir de 1991, se re-
servó la valoración científica de lo catalogado a
través de las imprescindibles excavaciones arqueoló-
gicas. Como resultado del proyecto son ya cuatro
las campañas realizadas, centrándose en los volú-
menes tumulares identificados como MA VI, MA
XV, MA XVI, y en los problemáticos MA XVII y
MA XV b. El sostén material de las mismas
corrió a cargo de la Consejería de Cultura del
Principado de Asturias y también del merito-
rio concurso del Ayuntamiento de Carreña, en-
cabezado por su alcalde, D. José Luis Fernández
Vega.
II. LA ESTACIÓN TUMULAR: ENTIDAD Y DISTRI-
BUCIÓN
El Monte Areo se erige como el accidente orográfi-
co más acusado de la región costera de Peñas. Esa
notabilidad, de bisagra entre el ámbito litoral y la
Depresión Central, radica en la distinción de una
sierra de proporciones modestas, extendida en di-
rección SO-NE entre el río Tabaza y la ría de Abo-
ño al O. de Gijón. Es una sierra con dos niveles
de arrasamiento, de génesis marina y altitudes de
264 m. y 182 m., respectivamente, labradas en cuarci-
tas del Ordovícico Inferior. Será esa roca, aflorando
en los flancos de la sierra, la que proporcione la
materia prima para los megalitos.
Genéricamente el espacio serrano alcanza unos 7
km.por una anchura máxima de 1 km. Pese a
su discreta elevación, la acusada pendiente de
las laderas que salvan alturas de 175 m. al N. y
200 m. al S, acentúa su presencia en el paisaje.
También resalta su particular morfología: dos
grandes superficies aplanadas unidas por una
larga cuesta.
La exploración sistemática de 1990 aportó unos
resultados sorprendentes: no se había imaginado
esta concentración monumental en un espacio tan
a la vista en el ámbito más densamente poblado
de Asturias. En principio, lo catalogado asciende
a una treintena de probables túmulos: de algún
otro, destruído tiempo atrás, pudo recuperarse la
noticia de su primitiva ubicación (fig. 1).
La brevedad de este informe impide el detalle
sobre
la singular distribución de los túmulos; sin em-
bargo, debe quedar en evidencia la elección de los
enclaves horizontales y su casi exclusivo reparto
sobre los escalones señalados: son 13 los lugares
identificados en la llanada superior y 19 los que se
distribuyen entre las cotas de 150 y 200 m. Las
dos grandes áreas tumulares se reconocen en
torno a los sectores de El Llano y de Les Huel-
gues de San Pablo; en ambas se observan agrupacio-
nes menores de dos o tres túmulos que nos anima-
ron a hablar de un cierto orden monumental
(de Bias, 1993). En ambas áreas se centraron
las cuatro campañas de excavaciones que aquí se
refieren.
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