CANDÁS EN LA MEMORIA -Febrero 2019 REVISTA CANDÁS EN LA MEMORIA -febrero | Page 10

LA CANDASINA EMIGRANTE ESPOSA DE UNO DE LOS PINTORES MAS FAMOSOS DE CUBA Esta historia real y veridica,podia muy bien comenzar como la canción de Carlos Rubiera ,La Capitana. Tenia quince años cuando en un barcu coló pa Cuba desde Xixón... Pero la realidad es que Maria del Carmen Fernandez esposa de Alfredo Ramón de la Paz Fuentes Pons conocido con el nombre artistico de, Fidelio Ponce de León nunca retornó a su Candás del que habia marchado a servir a Gijón y de aqui ,con 16 años al principio de los años 20 emigrar a Cuba.Pero prefiero que cuente su historia su hijo Miguel Angel Ponce de León Fernández,tambien fallecido en el año 2001. La muchacha de Candás Miguel Ponce de León, Grupo de Trabajo Decoro LA HABANA, julio - Hubo noches que no estaba tan solo. En ellas el terral ahuyentaba los calores del día, y el cielo tan negro, tan alto y tan lleno de estrellas aumentaba la magia de aquellos momen- tos. Una voz con acento diferente me iba nar- rando una historia, la historia de una muchacha que a los 16 años salió de Asturias por el puerto de Gijón, dejando detrás su aldea hacia la mítica Habana. Comenzaban los años 20. Nos adentrábamos en las noches al ritmo de los balances. Acunados por el ruido de los insectos, ella narró un capítulo dif- erente cada vez, y yo los atesoré uno a uno tenien- do al fin una historia completa, la suya, cuando su voz dejó de fluir. Estos largos monólogos se interrumpían con frecuencia, creando silencios necesarios en los que ella, la madre y yo, su hijo, disfrutábamos de jugosos caimitos morados, tajadas de dulces ma- meyes, o ricas ensaladas de melón de castilla. “Candás, Poncito, se parece a Cojímar, y está tan cerca de Gijón como éste de La Habana. Allí el mar es más bravo, y sus aguas más frías”. En 1919 un asturianito andariego le escribía a María del Carmen sobre las maravillas de Améri- ca, y sobre todo de Cuba. Era su hermano. Ella comenzó a soñar, y ahorrando los nueve duros que ganaba como criada en Gijón al año, logró logró reunir para pagar un pasaje de tercera clase en un barco que haría escala en La Habana. Dejó atrás a su madre y su aldea, encontrándose en 1920 en una ciudad excesivamente luminosa y rica, donde volvió a ser criada, donde su dulce acento la hacía diferente. Donde vivía mejor, pero estaba sola. Pepe, su hermano, siempre es- tuvo a caballo entre los Estados Unidos y Cuba, yendo a morir finalmente en Candás, durante la Guerra Civil española. Mientras esto sucedía, un pintor genial, Fide- lio Ponce de León, dormía en posadas baratas, celdas de prisiones, portales y salas de urgencia de hospitales habaneros. Bebía, asistía a tertulias con otros pintores, a una que otra clase en San Alejandro, pero sobre todo, pintaba como un poseso sobre telas y papeles. A mediados de los años 30, a este loco genial de Fidelio comenzaron a tenerlo en cuenta aquél- los que, teniendo una sensibilidad visionaria, se asomaban a sus pinturas. Nacía uno de los mi- tos menos desentrañados y más discutidos de la primera vanguardia plástica cubana. María del Carmen, la muchacha de Candás, que mucho más tarde le cantaría canciones de cuna en bable a su hijo, pasó de una casa a otra de ricachones habaneros, trabajando de cocinera, yéndosele su juventud sin sentir casi el paso del tiempo. A los 40 años, era la cocinera de la casa de Hort- ensia Iush y Gustavo Verve, ambos amantes de la pintura. En la mesa, de punta en blanco, con sombrero puesto y traje alquilado, despotricaba Fidelio Ponce de León sobre sus viajes, nunca realizados, a París, y sobre la obsesión que la pin- tura de El Greco ejercía en él. Una mujer silenciosa, de pelo muy negro peina- do hacia atrás recogido en un moño, de piel blanca y sonrosada, de mediana estatura, con insondables ojos negros algo tristes, se acercó a él para servirle su invariable ración de carne con papas. Fidelio dejó de hablar. 10