canciones de hielo y fuego Cancion de hielo y fuego 1 | Page 9
literatura fantástica
Juego de tronos
Siguió entre las ramas, sin apenas atreverse a respirar, mientras la luna se deslizaba por el
cielo negro. Por fin, con los músculos agarrotados y los dedos entumecidos por el frío, bajó del árbol.
El cadáver de Royce yacía de bruces en la nieve, con un brazo extendido. La gruesa capa de
marta estaba desgarrada por mil sitios. Allí tendido, muerto, resultaba más obvio que nunca que era
muy joven. Un niño.
Encontró a unos metros lo que quedaba de la espada, con la punta rota y retorcida como un
árbol sobre el que hubiera caído un rayo. Will se arrodilló, miró a su alrededor con cautela y la
recogió. La espada rota sería la prueba que necesitaba. Gared sabría qué significaba, y si no, lo sabría
el viejo oso Mormont, o el maestre Aemon. ¿Seguiría Gared esperando con los caballos? Tenía que
darse prisa.
Will se levantó. Ser Waymar Royce estaba de pie junto a él.
Sus ropas lujosas eran andrajos; el rostro, una máscara ensangrentada. Tenía un fragmento
afilado de su espada clavado en la pupila blanca y ciega del ojo izquierdo.
El derecho estaba abierto. La pupila ardía con un brillo azul. Veía.
La espada rota se le cayó de los dedos. Will cerró los ojos para rezar. Unas manos largas y
elegantes le acariciaron la mejilla y se cerraron en torno a su garganta. Iban enguantadas en piel de topo de
la mejor calidad, y estaban pegajosas por la sangre, pero su roce era frío como el hielo.
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