canciones de hielo y fuego Cancion de hielo y fuego 1 | Page 47
literatura fantástica
Juego de tronos
—-Aún hemos tenido suerte —dijo el hombre—. El rey podría haber elegido a uno de sus
hermanos, o peor todavía, a Meñique, los dioses nos ayuden. Prefiero enemigos honorables que no
sean ambiciosos, me costará menos dormir por las noches.
Bran comprendió que estaban hablando de su padre. Tenía que oír qué decían. Unos pocos
metros más... pero podrían verlo por la ventana.
—Tendremos que vigilarlo de cerca —dijo la mujer.
—Prefiero vigilarte a ti —replicó el hombre. Parecía aburrido—. Ven aquí.
—Lord Eddard jamás había mostrado el menor interés por nada que sucediera al sur del
Cuello —dijo la mujer—. Jamás. Planea algo contra nosotros, te lo digo yo. Si no, ¿por qué iba a
abandonar sus tierras?
—Por mil razones. Por deber. Por honor. Porque quiere ver su nombre en letras grandes en el
libro de la historia, o por escapar de su esposa, o por ambas cosas a la vez. A lo mejor quiere estar en
un sitio cálido por una vez en la vida.
—Su esposa es la hermana de Lady Arryn. Y me extraña que Lysa no estuviera aquí para
darnos la bienvenida con sus acusaciones.
Bran miró abajo. Había una cornisa muy estrecha bajo la ventana, apenas tenía unos
centímetros de anchura. Trató de descender hacia ella. Estaba muy lejos, no llegaría.
—Te preocupas demasiado. Lady Arryn no es más que una estúpida miedosa.
—Esa estúpida miedosa compartía el lecho de Jon Arryn.
—Si supiera algo a ciencia cierta habría hablado con Robert antes de huir de Desembarco del
Rey.
—¿Tú crees? Robert ya había accedido a poner en custodia como pupilo a ese enfermizo hijo
suyo en Roca Casterly. No, ni en sueños. Sabía que el crío sería rehén de su silencio. Ahora que está a
salvo en su Nido de Águilas puede que se sienta más valiente.
—Madres. —La palabra en labios del hombre tenía el tono de una blasfemia—. Eso de parir
os afecta a la cabeza. Estáis todas locas. —Soltó una carcajada. Fue un sonido amargo—. Deja que
Lady Arryn sea tan valiente como guste. Da igual qué sepa o crea saber, no tiene ninguna prueba. —
Hizo una breve pausa—. ¿Verdad?
—¿Crees que el rey le exigirá pruebas? —replicó la mujer—. Ya te lo he dicho. No me ama.
—¿Y quién tiene la culpa de eso, querida hermana?
Bran estudió la cornisa. Podía soltarse y dejarse caer. Era demasiado estrecha para aterrizar
sobre ella, pero si lograba aferrarse mientras caía y darse impulso hacia arriba... Pero claro, aquello
quizá hiciera ruido y atrajera a las dos personas a la ventana. El chico no sabía bien qué estaba oyendo,
pero estaba seguro de que a ellos no les gustaría que se enterase.
—Estás tan ciego como Robert —decía en aquellos momentos la mujer.
—Si quieres decir que los dos vemos lo mismo, es verdad —replicó él—. Yo veo a un hombre
que preferiría la muerte antes que traicionar a su rey.
—Ya traicionó a un rey, ¿acaso lo has olvidado? No, no estoy negando que sea leal a Robert,
eso es evidente. Pero, ¿qué pasará cuando Robert muera y Joff ocupe el trono? Y cuanto antes suceda
eso, más a salvo estaremos nosotros. Mi esposo se impacienta día a día. Si Stark está a su lado las
cosas irán todavía peor. Sigue enamorado de la hermanita, esa insípida de dieciséis años que lleva
tanto tiempo muerta. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que decida cambiarme por una nueva Lyanna?
De pronto Bran tenía mucho miedo. No había nada que deseara más que volver por donde
había llegado e ir con sus hermanos. Pero, ¿qué les diría? Comprendió que tenía que acercarse más.
Tenía que ver a las personas que estaban hablando.
—Deberías pensar menos en el futuro y más en los placeres inmediatos —dijo el hombre
dejando escapar un suspiro. —¡Para ya!
Bran oyó el repentino restallido de la carne contra la carne, y luego la risa del hombre.
El chico se dio impulso hacia arriba, trepó sobre la gárgola y reptó por el tejado. Aquél era el
camino fácil. Avanzó por el tejado hasta la siguiente gárgola, que estaba justo sobre la habitación
donde discutía la pareja.
—Esta charla empieza a aburrirme, hermana —dijo él—. Ven aquí y cállate un rato.
Bran se sentó a horcajadas sobre la gárgola, se aferró con fuerza con las piernas y se dejó caer
cabeza abajo. Quedó colgado por las piernas y, poco a poco, estiró el cuello hacia la ventana. El
mundo era muy extraño visto del revés. El patio parecía deslizarse suavemente bajo él, con las piedras
húmedas de nieve fundida. Bran miró por la ventana.
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