canciones de hielo y fuego Cancion de hielo y fuego 1 | Page 39
literatura fantástica
Juego de tronos
violeta. Catelyn había tardado quince días en reunir valor suficiente, pero al fin, una noche en la cama,
preguntó directamente a su esposo qué había de verdad en aquello.
Fue la única vez en todos sus años de matrimonio en que Ned le dio miedo.
—No vuelvas a preguntarme nunca acerca de Jon —dijo con voz fría como el hielo—. Es
sangre de mi sangre, no tienes por qué saber más. Y ahora, quiero que me digas dónde has oído ese
nombre, mi señora.
Ella le había jurado obediencia. Se lo dijo. Y desde aquel día los rumores habían cesado, y el
nombre de Ashara Dayne no se volvió a pronunciar entre los muros de Invernalia.
Fuera quien fuera la madre de Jon, Ned debía de haberla amado con locura, porque nada de lo
que Catelyn le dijera pudo convencerlo de que alejara de allí al muchacho. Era la única cosa que jamás
perdonaría a su esposo. Había llegado a querer a Ned con todo su corazón, pero nunca había sentido
cariño hacia Jon. Por Ned habría soportado la existencia de una docena de bastardos, mientras no
tuviera que verlos. Pero Jon era una presencia constante, y a medida que crecía se parecía más a Ned
que ninguno de los hijos legítimos que ella le había dado. Aquello empeoraba aún más la situación.
—Jon no se puede quedar —dijo.
—Robb y él están muy unidos —señaló Ned—. Había pensado...
—No se puede quedar aquí —lo interrumpió Catelyn—. Es hijo tuyo, no mío. No lo quiero a
mi lado.
Sabía que estaba siendo dura, pero era lo que sentía. Y Ned no haría ningún favor al chico
dejándolo en Invernalia.
Sabes que no me lo puedo llevar al sur conmigo —le dijo su marido con una mirada llena de
angustia—. En la corte no hay lugar para él. No admitirán a un chico con apellido de bastardo, se
burlarán, lo rechazarán.
—Por lo que se cuenta —replicó Catelyn blindando su corazón contra la súplica muda en los
ojos de Ned—, tu amigo Robert también ha tenido una docena de bastardos.
—¡Pero ninguno ha entrado en la corte! —exclamó él—. Ya se ha cuidado bien de eso la
Lannister. ¿Cómo puedes ser tan cruel, Catelyn? No es más que un niño. No... —Estaba dominado por
la ira. Habría dicho más cosas, y peores, pero el maestre Luwin lo interrumpió.
—Hay otra solución —dijo con voz tranquila—. Vuestro hermano Benjen vino a verme hace
unos días, quería hablarme de Jon. Por lo visto el muchacho aspira a vestir el negro.
—¿Quiere unirse a la Guardia de la Noche? —Ned lo miró, conmocionado.
Catelyn no dijo nada. Que Ned meditara sobre la idea; en aquel momento una intervención
suya sólo lo pondría en contra. Pero de buena gana habría besado al maestre. Era la solución perfecta.
Benjen Stark era un Hermano Juramentado. Jon sería como un hijo para él, el hijo que nunca tendría.
Y el chico también prestaría el juramento cuando llegara su turno. No tendría descendientes que
pudieran disputar Invernalia a los nietos de Catelyn.
—Servir en el Muro es un gran honor, mi señor —dijo el maestre Luwin.
—Y hasta un bastardo puede llegar muy alto en la Guardia de la Noche —reflexionó Ned.
Pero todavía había un atisbo de duda en su voz—. Jon es demasiado joven. Si un hombre maduro
quiere prestar el juramento es una cosa, pero un niño de catorce años...
—Es un gran sacrificio —asintió el maestre Luwin—. Pero corren tiempos difíciles, mi señor.
Su camino no es más cruel que el que os aguarda a vos, o a vuestra señora.
Catelyn pensó en los tres hijos que iba a perder. No le fue fácil seguir guardando silencio.
Ned se apartó de ellos y volvió a mirar por la ventana, callado, con semblante pensativo. Por
fin, suspiró y se dio media vuelta.
—Muy bien —dijo al maestre Luwin—. Supongo que es lo mejor. Hablaré con Ben.
—¿Cuándo se lo diremos a Jon? —preguntó el maestre.
—Cuando sea el momento. Hay que hacer preparativos. Pasarán al menos dos semanas antes
de que lo tengamos todo a punto para la partida. Que Jon disfrute estos últimos días. Pronto terminará
el verano, y también su infancia. A su debido tiempo, yo mismo se lo diré.
39