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CAMPEONATO DEL MUNDO

FILIPINAS

1978

FILIPINAS
Los tiempos en que la política se inmiscuía-y casi siempre con éxito- en el curso del Campeonato Mundial parecían cosa del pasado. Es cierto que en la década siguiente los políticos recuperarían vicios pasados provocando sendos boicoteos en los Juegos Olímpicos de Moscú’ 80 y Los Angeles’ 84, pero en Puerto Rico durante la disputa del VII Mundial nadie pensaba en tal posibilidad.
La FIBA tenía una deuda moral con Manila, la capital de Filipinas, tras el escándalo suscitado en la edición del Mundial de 1962, suspendido y organizado un año mas tarde por Brasil. El cambio en la cúpula directiva de la Federación Internacional abre el camino de la reparación hacia los filipinos. William Jones, impulsor del castigo tras la negativa filipina de conceder visados de entrada en el país a los participantes de regímenes comunistas, deja con su retirada las manos libres a su sucesor Borislav Stankovic.
El nuevo mandatario confía en los hombres que se encuentran al frente del baloncesto filipino, hasta el punto de que su presidente Gonzalo“ Lito” Puyat lo sería de la FIBA dos años después, y pelea por que Manila recupere una organización que le correspondió dieciséis años antes y que no pudo llevar a buen puerto. Ahora no existirán problemas, la confianza en los dirigentes es total, éstos garantizan el apoyo ilimitado del gobierno de su país y dicen contar con las infraestructuras necesarias.
El apoyo del gobierno lo tienen de manera incondicional, pero en el asunto de las infraestructuras la realidad resulta menos complaciente. El Presidente de Filipinas Ferdinand Marcos, que en 1972 había establecido la ley marcial en todo el país, necesita ofrecer una buena imagen al mundo y se vuelca en el gran acontecimiento. El lujo rebosa en lo aparente, todas las delegaciones son instaladas en los hoteles más lujosos de la capital filipina y las órdenes son expresas: que no falte nada a los participantes... aunque la paupérrima imagen de la ciudad ofrezca un fuerte contraste.
Sin embargo, mientras que jugadores y dirigentes se desplazan en lujosos vehículos Toyota, responsable de la liga profesional que se juega en las islas, los responsables de la organización no pueden hacer nada para solventar dos problemas: el pegajoso calor y la falta de aire acondicionado en una de las canchas elegidas para disputar los encuentros.
El asunto de las maravillosas infraestructuras era tan ficticio que los organizadores se ven obligados a renunciar a las tres sedes habituales y congregan en Manila y sus alrededores todo el certamen, aunque lo dividen en dos canchas: el Rizal Memorial Coliseum de Quezón, a quince kilómetros del centro capitalino.
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