LAS CRIATURAS QUIMÉRICAS
EL DRAGÓN Y LA SERPIENTE
El dragón, monstruo de escamas, retorcido
En pleno centro de la escena -indescriptible,
Con retorcidos ojos oblicuos replicó receloso
Disparó fuego resplandeciente
Hesíodo
El Escudo de Hércules
El dragón es la figura quimérica más interesante y que más frecuentemente aparece en la
heráldica. Encontramos al dragón dibujado de manera muy similar tanto en la Europa
Occidental como en el extremo oriental de la lejana China y el Japón. Los antiguos lo
concibieron como la encarnación del poder
maligno y destructor con los atributos más terribles.
Las historias clásicas nos
dan cuenta de muchos
de los más espantosos
monstruos del tipo del
dragón. También sorprende que la concepción popular del dragón,
fundada en la tradición a lo largo de cientos de generaciones, no sólo
retiene su identidad sino que
posee una gran semejanza con los saurios
antediluvianos, cuyos fósiles se descubrieron apenas recientemente, demostrando el maravilloso poder de la tradición y la veracidad de quienes la han transmitido.
Moncure Conway, en su reconocida obra “Demonología. Diablo y tradición”
describe las etapas intermedias entre el demonio y el diablo bajo el signo de la cabeza del
dragón. En todas sus representaciones hay una característica común, la serpiente idealizada. El Dragón posee todas las características del demonio en su poder de hacer daño,
pero difiere del demonio en su falta de deseo e intención de hacer el mal. En la mitología el dragón es la combinación de los defectos de la naturaleza que en conjunto forman
un todo horrendo. Conway afirma: “El dragón convencional moderno es un monstruo
terrible. Su cuerpo es parcialmente verde, café y negro, de aspecto lodoso, nos recuerda
el mar y el cieno, con sombras persistentes de nubes que presagian tormentas. Las llamas
luminosas de sus ojos rojizos y los destellos surgiendo de su boca con aliento de fuego,
sus grandes alas vampirescas y puntiagudas, resumen todos los misterios de las arpías y
los vampiros.”
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