BRUJULA TEOLOGICA MARZO 2017 | Page 6

A lo largo de la historia, las mujeres han hecho aportes extraordinarios a la sociedad. Algunas son muy conocidas, otras no tanto. Las mujeres hacen grandes aportes ya sean visibles e invisibles. A finales del siglo XIX surgió la idea de celebrar el Día Internacional de la mujer trabajadora, que tenía un fin sindicalista, pues era defender los derechos de la mujer trabajadora, y abolir la discriminación hacia ellas.

Y si en esta fecha se trata de recordar y dar reconocimiento a esas mujeres que han aportado a la sociedad, no podemos olvidar las madres de aquellos que han aportado a la historia del cristianismo, mujeres que marcaron la vida espiritual y moral de sus hijos. Como madre, he sido confrontada por Susana Wesley, misionera y mujer con un corazón pastoral, pues ella supo dar el verdadero valor al ministerio de Madre y entregó toda su vida a la formación de grandes hombres que bendecirían al mundo y contribuirían a la salvación de muchos.

Susana era la hermana mayor de 25 hermanos, lo que significa hacer de madre, sin dar a luz; ser maestra, guía espiritual, enfermera, consejera, cocinera, costurera y todo ello con la garantía del aprendizaje natural. Fue madre de diecinueve hijos. John, su decimoquinto hijo, fundador del Metodismo, Charles, su hijo decimoctavo, compositor de himnos. Pocas mujeres en la historia poseerían la sensibilidad espiritual, el vigor y la sabiduría de Susana Wesley. Ella soportó privaciones, pero nunca se desvió de la fe y de la misma manera enseñó a sus hijos. Ella formó la “iglesia doméstica”. Su hijo John nunca se olvidó de los cultos que su madre conducía en su casa los domingos en la noche que, en un comienzo, fueron en su amplia cocina, pero después, por el aumento del número de participantes, la pequeña reunión se extendió por toda la casa y el granero.

John Wesley sentía que, si su madre podía ganar almas, otras mujeres también podrían involucrarse en este servicio de amor. El entrenamiento que Susana Wesley dio a sus hijos fue mencionado en una carta que ella escribió a su hijo mayor, Samuel, el cual también llegó a ser un predicador: