BRUJULA TEOLOGICA MARZO 2017 | Page 15

Ismael Quintero

Pastor

La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia. 1 Timoteo 2:11-15 (RVR1960)

Uno de los temas que más desafía las relaciones sociales e interpersonales es el de la mujer. Encuestas, y porcentajes sobre feminicidios, violencia contra la mujer y demás realidades del sexo femenino, ocupan espacios de los medios de comunicación y son temas obligados del diario vivir. Además, de la participación de la mujer en la industria, los órganos de producción y otros campos del saber. Indudablemente estamos ante la era de la mujer. Con imponente orgullo los países que se precian de ser desarrollados abren más espacios loables y necesarios a su participación integral. Mientras las naciones que no lo hacen, son censuradas y vistas con malos ojos.

Hoy se legisla a favor de la mujer. Se establecen relaciones sociales y de mercado, bajo el paradigma de la mujer. Espacios políticos y campos que históricamente han estado reservados para los varones, hoy día los protagonizan mujeres. Se dice que ellas son mejores como administradoras, en toma de decisiones, inversiones y demás aspectos que desafían la sociedad mercantilizada. Unido a estos desafíos y estadísticas, quizás no tan técnicas ni objetivamente realizadas, tenemos realidades de corrupción. Como nunca antes hemos visto las mujeres envueltas en casos de crímenes, realidades de corrupción y muerte. La mayoría de las que han fungido en el campo político como primeras mandatarias, han salido involucradas en casos de corrupción e influido negativamente en la sociedad. Esas realidades tangibles ponen en entredicho los paradigmas difundidos de la participación, conciencia social y administración de la mujer.

Nos preguntamos: ¿Realmente las mujeres son mejores administradoras que los hombres? ¿Pueden las mujeres ejercer poder y autoridad en una sociedad heterogénea con objetividad y sabiduría? ¿Están diseñadas para competir en los diferentes campos del saber y la producción en igualdad de condiciones con los hombres? ¿No será que su incursión desmedida en diversos campos de la sociedad, indica simultáneamente el descuido de áreas, espacios y campos de acción propios de su condición sexual de mujer? ¿Están dejando un vacío que los hombres no pueden llenar y la cuenta de cobro para ellas, la familia y sociedad llegará inclementemente?