Jesús entró de nuevo en la sinagoga y allí estaba un hombre que tenía una mano paralizada.2 Unos lo observaban con atención para ver si Jesús iba a sanar al enfermo en un día de descanso. Estaban buscando algo de qué acusarlo. 3 Jesús le dijo al hombre que tenía la mano paralizada: —Levántate y ponte frente a todos.4 Luego Jesús les dijo: — ¿Qué se debe hacer en el día de descanso, el bien o el mal, salvar una vida o destruirla? Pero ellos seguían en silencio. 5 Entonces Jesús los miró con enojo y a la vez con mucha tristeza porque eran muy tercos. Luego, Jesús le dijo al hombre: —Extiende la mano. El hombre la extendió y la mano quedó sana. Marcos 3:1-5 PDT
Tanto los discípulos como los fariseos preguntaron a Jesús en varias ocasiones "¿Es lícito?" Con esto querían decir, ¿está bien? ¿Es ético? ¿Es aprobado por Dios? ¿Está sancionado por la sociedad? Algunas veces la pregunta tenía la intención de “atrapar” al Maestro en alguna falta, pero en realidad lo que ellos buscaban era una salida fácil a ciertas circunstancias. Así ellos evitarían la posibilidad y complejidad que lleva al cambio.
La tristeza de Jesús es motivada por el deseo de no cambio por parte de los fariseos. Dios siempre tiene nuevas posibilidades, nuevas interpretaciones, nuevas oportunidades y no podemos perderlas por el miedo al cambio. Si los fariseos hubieran dicho “Hacer el bien es lo licito, sana al hombre” entonces el Señor Jesucristo hubiera sanado no solo al hombre de la mano seca, sino que hubiera sanado el corazón y la vida de todos los que estaban allí presentes. Un sí, hubiera abierto las puertas de las posibilidades, del cambio, de una nueva vida.