BRUJULA CIUDADANA La reconstrucción en un marco de solidaridad | Page 71
3. C rónicas
sobre jóvenes y brigadistas
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solicitudes llegaban a la base de datos. El
teléfono no dejaba de sonar. El contagio de
querer hacer mucho, en poco tiempo, sin las
herramientas ni el conocimiento se tradujo
en pequeños campos de batalla de tomas
de decisiones y luchas personales que, por
momentos rallaron entre lo trágico, lo có-
mico y lo absurdo. Las lenguas venenosas no
tardaron en reclamar “la falta de liderazgo”
y la ausencia de las autoridades. Nada más
lejano a ello y me consta. Es importante
aclarar que un líder no puede tomar todas
las decisiones, pero sí debe coordinar las
decisiones de aquellos que están apoyándolo.
El Director no tiene el don de la ubicuidad y
en poco tiempo tuvo que resolver cientos de
dudas, preguntas, cuestiones, situaciones que
no podían estar bajo su control… algunas no
fueron muy acertadas, ni adecuadas. Algunas
órdenes eran contradictorias y confusas… Es
una realidad que también en estas situaciones
sale a relucir el aspecto más oscuro de la
especie humana: datos, órdenes, iniciativas
tomadas que demostraron, nuevamente, que
no existe un protocolo de comportamiento
y de acción ante lo desconocido o conocido
en teoría.
Las primeras horas, como una nebulosa con-
fusa, fueron tomando algo de forma cuando
cada uno de los que estábamos ahí empe-
zamos a mirar al otro y preguntar algo tan
simple: ¿en qué te ayudo? ¿qué necesitas? La
urgencia más grande, en aquel momento,
fuero las copias de los formatos para las pri-
meras brigadas que estaban a punto de salir,
después del primer curso de formación…
cientos de copias de un módulo, que luego
fueron dos y luego tres distintos… “Ya lo
resolveremos, me dijo alguien, tú saca 500
copias”. Por supuesto que ningún centro de
copiado de la facultad estaba dando servicio,
ni tampoco el personal técnico de apoyo
había sido convocado. Extrañé terriblemente
a nuestras secretarias. Me di cuenta que un
Doctorado en Arquitectura no sirve abso-
lutamente para nada ante una máquina que
ocupa poco menos de un metro cúbico de
espacio, llena de cientos de botones de co-
lores, bandejas, pantallas, diferentes tamaños
de papeles y está dispuesta a engullirte. La
decisión más sabia, en aquel momento, se
me antoja reposada en aquel colega que
decidió seguir con su trabajo y no entrar en
polémicas de órdenes y contraordenes sin
consulta y aprobación superior. El liderazgo
se fue decantando y reconociendo paulati-
namente y cada quien asumió el lugar que
le correspondió. Lo político, lo administra-
tivo, lo formativo, lo técnico, lo práctico y
lo urgente.
Ante la cacofonía inicial, un grupo de cuatro
jóvenes liderados por el programa de Servicio
Social, trabajaban incasablemente en sus laps:
estaban recibiendo los datos de las solicitudes