BRUJULA CIUDADANA El Ejecutivo y su curva de aprendizaje | Page 8
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inscribir a la actividad productiva en una senda clara de crecimiento y de
elevación del bienestar de la población. Si alguna promesa caló hondo en
el electorado mexicano fue la de adoptar un modelo económico distinto
al que prevaleció desde mediados de los años ochenta. Así, en la narrativa
del nuevo gobierno, el neoliberalismo fue presentado como el origen y
la explicación de prácticamente todos los males del país, desde el lento
crecimiento económico hasta la corrupción y la inseguridad.
En este marco, no es de extrañar que el presidente
López Obrador haya decretado la muerte del
neoliberalismo. Pero la pregunta que se impone es
qué significa la muerte del neoliberalismo, cómo se
manifiesta y hasta qué punto es total.
Para empezar, no se puede ignorar que, en casi dos décadas, el discurso
del presidente López Obrador ha sido consistente en su denostación
del neoliberalismo y en sus expresiones de simpatía hacia muchos de los
principios del viejo nacionalismo revolucionario. De entrada, se muestra
partidario de aumentar el papel del Estado en la economía, particularmente
en áreas como la industria energética; para él, la función del Estado debe
ir más allá de su papel regulador y creador de condiciones idóneas para el
buen desempeño de la economía; por el contrario, la idea es que el sector
público se convierta en centro ordenador y motor del desarrollo. Se trata
de una visión estatista que, al menos en el discurso, choca frontalmente
con la experiencia reciente.
No obstante, a pesar de inclinaciones estatistas y nacionalistas, el presidente
no parece estar en condiciones de romper con algunos de los principales
paradigmas del modelo neoliberal. La mexicana es una economía abierta,
cuyos sectores más dinámicos y modernos están conectados con el merca-
do mundial; tiene acuerdos de libre comercio y protección de inversiones