book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 97
Me lo pensé dos veces. Había cruzado precipicios otras veces, aunque no me gustaban demasiado.
Entonces miré a Thalia y vi lo pálida que se había puesto. Su problema con las alturas… ella no lo
conseguiría.
—Humm, no —dije—. Creo que deberíamos ir corriente arriba.
—Pero… —protestó Grover.
—Vamos. Una caminata no nos vendrá mal.
Miré a Thalia. Sus ojos me dijeron «gracias».
Seguimos el curso del río durante un kilómetro y llegamos a una pendiente por la que era mucho más
fácil bajar. En la orilla había un centro de alquiler de canoas, cerrado en aquella época del año. No
obstante, dejé un puñado de dracmas de oro en el mostrador con una nota que ponía: «Te debo dos
canoas, amigo.»
—Tenemos que ir corriente arriba —me indicó Zoë. Era la primera vez que la oía desde la chatarrería y
me inquietó lo mal que sonaba: casi como si tuviera la gripe—. Los rápidos son muy violentos.
—Eso déjamelo a mí —dije mientras transportábamos las canoas al agua.
Thalia me llevó un momento aparte cuando íbamos a recoger los remos.
—Gracias por lo de antes —dijo.
—No hay de qué.
—¿De verdad te ves capaz…? —Señaló los rápidos con la barbilla—. Ya me entiendes.
—Creo que sí. Suelo desenvolverme bien en el agua.
—¿Te importaría ir con Zoë? —preguntó—. Tal vez… podrías hablarle.
—A ella no le hará ninguna gracia.
—Por favor. No sé si podré soportar más rato a solas con ella. Esa chica… empieza a inquietarme.
Era lo último que quería, pero accedí.
Thalia pareció relajarse.
—Te debo una.
—Dos.
—Una y media.
Sonrió y, por un segundo, recordé que me caía bien cuando no se dedicaba a gritarme. Luego se volvió
y ayudó a Grover a preparar su canoa.
Al final, resultó que ni siquiera tuve que controlar las corrientes. En cuanto nos metimos en el río, eché
un vistazo al agua y descubrí a dos náyades mirándome fijamente.
Tenían el aspecto de dos adolescentes normales, como las que puedes encontrar en cualquier centro
comercial, salvo que estaban bajo el agua.
«Eh, chicas», las llamé.
Hicieron un sonido burbujeante que tal vez era una risita. No estaba seguro. Me costaba entender a las
náyades.
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