book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 77

Su voz me ablandaba el corazón. Alargaba la mano y tomaba el broche. Éste empezaba a crecer en el acto y a hacerse más pesado… hasta que me encontraba con una espada de bronce reluciendo en mi mano. La miraba y me resultaba muy familiar. —Bien equilibrada —decía—. Aunque normalmente prefiero usar mis manos desnudas. ¿Cómo llamaré a esta espada? —Anaklusmos —respondía la chica con tristeza—. La corriente que te toma por sorpresa. Y que antes de darte cuenta, te ha arrastrado a mar abierto. Antes de que pudiera darle las gracias, se oía un rumor entre la hierba, un silbido semejante al aire escapando de un neumático, y la chica exclamaba: —¡Demasiado tarde! ¡Ya está aquí! *** Me incorporé de golpe en el asiento del Lamborghini. Grover me sacudía un brazo. —Percy, ya es de día. El tren ha parado. ¡Vamos! Intenté sacudirme el sueño. Thalia, Zoë y Bianca habían alzado la malla metálica. Fuera se veían montañas nevadas con grupos de pinos diseminados aquí y allá; un sol encarnado asomaba entre dos picos. Saqué mi bolígrafo del bolsillo y lo miré detenidamente. Anaklusmos, el antiguo nombre griego de Contracorriente. Tenía una forma distinta, pero estaba seguro de que la hoja era la misma que había visto en mi sueño. Y también estaba seguro de otra cosa: la chica que había visto era Zoë Belladona.