book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 66
botas de combate. Si no los mirabas de cerca, casi podías creer que eran humanos. Pero tenían la piel
transparente y sus huesos relucían debajo con un brillo trémulo, como imágenes de rayos X.
Uno de ellos me miró con una expresión helada, y comprendí en el acto que ninguna gorra de
invisibilidad iba a despistarlo.
La mujer-serpiente había arrojado la faja, que revoloteó lentamente por el aire hacia la mano del
General. En cuanto él se la entregase a los guerreros, saldrían en busca de Zoë y los demás, y no
cejarían hasta aniquilarlos.
No tuve tiempo de pensarlo. Corrí y salté con todas mis fuerzas, chocando con los guerreros y
atrapando la faja en el aire.
—¿Qué significa esto? —bramó el General.
Aterricé a los pies de un guerrero-esqueleto, que silbó como una serpiente.
—Un intruso —tronó el General—. Un enemigo cubierto de tinieblas. ¡Sellad las puertas!
—¡Es Percy Jackson! —gritó Luke—. Tiene que ser él.
Corrí hacia la salida. Oí el ruido de un desgarrón y vi que el guerrero-esqueleto me había arrancado un
trozo de la manga. Cuando volví la vista, se había pegado a la nariz el trozo de tela y lo husmeaba a
conciencia. Luego se lo pasó a los otros. Habría querido chillar de pánico, pero no podía. Me colé entre
las puertas un segundo antes de que los centinelas las cerrasen de golpe a mi espalda.
Y luego corrí.