book Percy Jackson y La Maldicion del Titan | Page 110
Pero imaginé lo que me habría dicho ella misma; Annabeth nunca me lo perdonaría si la salvaba a ella
y no al Olimpo. Por su parte, Zoë debía de querer que preguntase por Artemisa. Pero Quirón nos había
dicho que el monstruo era aún más importante.
Suspiré.
—Muy bien, Nereo. Dime dónde puedo encontrar a ese monstruo terrible que podría provocar el fin de
los dioses. El que Artemisa estaba persiguiendo.
El viejo caballero del mar sonrió, enseñando sus dientes verdes y enmohecidos.
—Ah, muy fácil —dijo en tono malvado—. Está aquí mismo. —Y señaló el agua a mis pies.
—¿Dónde? —pregunté.
—¡Yo ya he cumplido el trato! —repuso, regodeándose. Y con un chasquido, se convirtió en un pez de
colores y saltó al agua.
—¡Me has engañado! —grité.
Thalia abrió unos ojos como platos.
—¿Qué es eso?
—¡Muuuuuu!
Bajé la vista y allí estaba mi amiga, la vaca-serpiente, nadando junto al embarcadero. Me dio un
golpecito con el hocico y me miró con sus tristes ojos castaños.
—Bessie —dije—. Ahora no.
—¡Muuuu! —insistió.
Grover sofocó un grito.
—Dice que ni se llama Bessie ni es una hembra.
—¿Puedes entenderla, digo… entenderlo?
Grover asintió.
—Es una forma muy arcaica de lenguaje animal. Pero dice que es un taurofidio.
—¿Tau… qué?
—Significa toro-serpiente en griego —explicó Thalia—. Pero ¿qué está haciendo aquí?
—¡Muuuu!
—Dice que Percy es su protector —explicó Grover—. Y que está huyendo de los malos. Dice que están
muy cerca.
Me pregunté cómo se las arreglaba para sacar todo aquello de un simple «muuuu».
—Espera —dijo Zoë mirándome—. ¿Tú conoces a esta vaca?
Empezaba a impacientarme, pero les conté la historia.
Thalia sacudió la cabeza, incrédula.
—¿Y habías olvidado contárnoslo?
—Bueno… sí.
Resultaba absurdo, ahora que me lo decía. Todo había ido tan deprisa que Bessie, el taurofidio, me
había parecido un detalle sin importancia.
—¡Seré idiota! —dijo Zoë de pronto—. ¡Yo conozco esta historia!
—¿Qué historia?
—La guerra de los titanes. Mi padre me la contó hace miles de años. Esta es la bestia que estamos
buscando.
—¿Bessie? —Miré al taurofidio—. Pero si es… una monada. ¿Cómo podría querer destruir el mundo?
—En eso estribaba nuestro error —prosiguió Zoë—. Habíamos previsto un monstruo enorme y
mortífero, pero el taurofidio no acabará con los dioses de ese modo. Él debe ser sacrificado.
—¡Muuuu!
—Creo que esa palabra con «s» no le gusta —dijo Grover.
Le di a Bessie unas palmaditas en la cabeza para calmarlo. Me dejó rascarle la oreja, pero temblaba.
—¿Cómo se atrevería alguien a hacerle daño? —pregunté—. Es inofensivo.
Zoë asintió.