Boletín SUAyED Psicología - ENERO-FEBRERO | Page 26

El estudio e investigación desde la perspectiva de género incide en una variedad de asuntos, desde el abordaje de las relaciones de poder hasta la importancia de atacar las inequidades sociales, económicas, políticas y culturales. Estas formas de indagar e interpelar la realidad contribuyen a desactivar estructuras de dominación y poder presentes en las relaciones.

En el caso de los seres humanos desde el momento de nacer, se hacen evidentes los órganos sexuales externos y con ello se recibe la primera etiqueta de clasificación: hombre o mujer. Esta primera etiqueta trae consigo una serie de expectativas en cuanto a lo que se espera de una persona, y tendrá un impacto importante en todos los procesos de socialización que se experimenten en los diversos ámbitos de desarrollo desde la infancia.

La concepciones acerca de las características típicas de hombres y de mujeres, traducidas en estereotipos género, enmarcan a las mujeres como personas preocupadas por el bienestar de los otros, siendo afectuosas, amables, o sensibles, lo que las sitúa en los roles de cuidadoras, enfermeras, madres, esposas o secretarias. Por el contrario, las características instrumentales que se asocian a los hombres son la asertividad, el control, la confianza y la competencia, siendo así, más adecuados para desempeñar roles profesionales y de liderazgo (Morales, 2005).

Los estudios de género han descubierto que las niñas y niños aprenden a manejar sus emociones a través de la imitación de su padre y madre, de sus pares y los modelos culturales que les rodean, así como a través de las acciones que encuentran al manifestar sus emociones: aprobación, rechazo, descalificación o indiferencia. Por ejemplo, cuando un niño expresa sentir miedo o temor y sus padres lo regañan, entonces paulatinamente empezará a censurar la expresión y quizá, hasta la percepción de temor; y cuando las niñas expresan su enojo y son regañadas por alguno de sus progenitores, entonces aprenderán a censurar ese sentimiento y a expresarlo de forma indirecta (Castañeda, 2007). De esta forma es como se crian hombres que nunca sienten miedo y mujeres que nunca se enojan, lo cual perjudica la forma en que hombres y mujeres establecen relaciones afectivas entre personas del mismo sexo o de sexo diferente.

La investigación de las emociones llevada a cabo desde la perspectiva de género ha encontrado que existe una clara demarcación entre lo que los hombres tienen permitido sentir y entre lo que tienen prohibido, lo cual es diametralmente opuesto a lo que las mujeres tienen permitido o prohibido sentir y expresar.

· El odio: “los verdaderos hombres” no olvidan las ofensas ni la humillación.

· El deseo sexual: los hombres suelen definir la naturaleza misma del sexo, por lo tanto, éste gira alrededor de la penetración.

· El orgullo: los hombres son incitados a que se ufanen de sus logros, ya sean reales o imaginarios.

· El enojo: considerado como parte natural de la condición masculina y expresado mediante manifestaciones físicas. Todo el entorno cultural los incita a aprender que el enojo es aceptable y altamente redituable ya que los enaltece frente a los demás hombres y también representan una gran estrategia frente a las mujeres, quienes harán todo lo necesario para contentarlos. Así mismo, aprenden que no es necesario golpear a la gente, ni aventar o romper cosas, basta con dar señales de molestia para atraer la atención de las demás personas y “darse a respetar”, y a veces, es suficiente con sólo quedarse callados y con cara de disgusto.

En cuanto a las emociones que no encajan en el modelo tradicional de masculinidad, pero que sí son aceptadas en la expresión tradicional de la feminidad, son (Castañeda, 2007):

· El miedo: un “hombre verdadero” no debe de tener miedo, y si lo tiene, no debe dar muestra alguna.

· La tristeza: retomando la creencia de “los hombres no lloran” pues idealmente nada debería de afectarlos o quebrarlos.

· La soledad: los hombres deben de omitir cualquier sentimiento de soledad, y sobre todo, no solicitar ayuda.

· La ternura: a los hombres se le permite sentir amor, pero no ternura, el amor viril es fuerte y pasional, también puede ser violento, posesivo y celoso.

· La alegría: los hombres pueden divertirse pero sólo en formas en que los “verdaderos hombres” lo hacen, es decir, no corren ni brincan. Se les arrebatan la espontaneidad y soltura que a las mujeres sí se les permite mostrar.

· La vergüenza: un “verdadero hombre” no aceptará jamás que siente vergüenza por algo que ha hecho porque eso significa que aceptaría que se ha equivocado.

A modo de conclusión es importante señalar que lo expuesto anteriormente se refiere al modelo dominante y tradicional de la masculinidad y la feminidad, por lo tanto, es necesario tomar conciencia de que estos modelos se están quedando cortos al momento de incorporar las exigencias de la época en la que vivimos, muestra de ello, es que ninguna persona puede realmente encajar al 100% en ellos.

Por lo tanto, lo que toca de ahora en adelante es ir re-pensándonos y co- construyéndonos al incorporar nuevas pautas de ser y vivir, tomando en cuenta que esta será una tarea ardua y llena de contradicciones, pero también, liberadora.

La expresión de las emociones,

un análisis desde la

perspectiva de género

Aura Silva Aragón

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