Cuando se habla de exclusión social, se hace referencia a la privación de derechos de ciertos individuos o grupos, lo cual favorece la marginación económica, política y social. Asimismo, la exclusión social contribuye a la negación de diversos derechos humanos fundamentales como el derecho a la vida, la libertad, la educación y la salud. En estas condiciones, muchos pacientes con VIH luchan contra el estigma, la depresión, el abuso de sustancias y las creencias culturales que pueden afectar su estado de salud física pero también su estado de salud mental. Por tanto, el psicólogo podría contribuir activamente en la vida de las personas que tienen VIH con el propósito de mejorar su calidad de vida y lograr un ajuste psicosocial pertinente de acuerdo con la situación particular de cada persona.
Así, las líneas de acción del psicólogo podrían centrarse en ayudar a las personas con VIH para que su experiencia sea más fácil de manejar, para favorecer la aceptación y vivir con su condición de salud a pesar de la discriminación, el estigma y el aislamiento social con el cual comúnmente se enfrentan. Generalmente, las personas que poseen VIH utilizan estrategias de afrontamiento basadas en el conflicto o en la evitación -como la retirada- sin embargo, se ha documentado que estas formas de afrontamiento en lugar de reducir el estrés termina incrementándolo, favoreciendo a corto, mediano y largo plazo un deterioro del funcionamiento laboral, familiar, etcétera. De esta manera, muchas personas comienzan a separarse de sus amigos y familiares, a consumir alcohol y/o drogas que contribuyen en el deterioro el funcionamiento físico y social, lo cual se ve reforzado por el rechazo, las burlas, humillaciones y el estigma atribuido a vivir con la enfermedad. En este contexto, el psicólogo podría valorar e identificar los recursos personales y las habilidades con las cuales cuenta el individuo para enfrentar la situación por la cual está pasando y desarrollar estrategias de afrontamiento activas y positivas para resolver de la mejor manera las situaciones que generan sufrimiento y desajuste psicosocial.
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se ve reforzado por el rechazo, las burlas, humillaciones y el estigma atribuido a vivir con la enfermedad. En este contexto, el psicólogo podría valorar e identificar los recursos personales y las habilidades con las cuales cuenta el individuo para enfrentar la situación por la cual está pasando y desarrollar estrategias de afrontamiento activas y positivas para resolver de la mejor manera las situaciones que generan sufrimiento y desajuste psicosocial.
Otra área de incidencia es a través de la construcción o fortalecimiento de las redes de apoyo. La contención emocional y la relación de apoyo social con otras personas evita el aislamiento, contribuye con la satisfacción de necesidades como la pertenencia a un grupo y la alianza con otros que puede amortiguar el estrés, el sufrimiento y las consecuencias del maltrato social, la humillación y/o la denigración social por la cual pasan muchos de los pacientes con VIH/SIDA. El trabajo en esta dimensión es fundamental debido a que el trabajo con la red de apoyo es un espacio propicio para realizar intervenciones que tengan un impacto en lo individual y en lo colectivo. Cuando un paciente con VIH/SIDA se enfrenta a la discriminación social, al estigma y a las dificultades inherentes a la enfermedad, una familia fuerte, con apoyo social y emocional es una de las primeras líneas de defensa. Algunos estudios han demostrado que la familia y los amigos son fuentes importantes de apoyo social que pueden proporcionar diferentes formas de contención y soporte que generan una sensación de bienestar, permiten sobrellevar de mejor manera la enfermedad y promueven una sensación de protección ante los actos hostiles de otros.
Las emociones son otro factor implicado en el proceso de ajuste y de bienestar. Muchas personas con VIH presentan un proceso de negación muy arraigado o muestran inseguridad, ansiedad y temor para relevar su estado de salud a familiares y amigos. Los estudios científicos han mostrado que la negación de la enfermedad tiene relación con la baja autoestima y con la depresión, ambas como una expresión de impotencia y/o ira. Además se puede experimentar culpa por estar infectado con este virus. Estas condiciones emocionales podrían favorecer que se comience a perder la esperanza en el futuro, desesperación, agotamiento y desamparo.
comprendan y asuman la necesidad de buscar ayuda, ya que existe una relación entre la enfermedad física y diferentes problemas de orden psicológico. En esta línea de pensamiento, se ha documentado que la educación y las intervenciones orientadas al entrenamiento en resolución de problemas y la toma de decisiones activas resultan más efectivas que aquellas que buscan una aceptación pasiva de la enfermedad y de la situación actual del paciente. Se debe señalar que el trabajo con la espiritualidad es transcendental en este punto; la espiritualidad puede contribuir a cambiar el significado de la vida y su propósito, lo cual ayuda con el sufrimiento y la desesperanza. De esta manera, el trabajo dirigido a cambiar la percepción, el significado, el sentido de la existencia y la vida, así como la construcción de narrativas alternativas para representar su situación, su condición de salud, serán un proceso fundamental.