Boletín SUAyED MAYO | Page 20

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Sería ingenuo pretender que la manera en que piensa e interviene el psicólogo en las diversas problemáticas que enfrenta, permanezca inamovible a pesar de los cambios estructurales que se van presentando con el paso del tiempo, ya que éstos impactan a las sociedades completas, sus formas de vida, ideología, pensamiento y comportamiento. A partir de dichos cambios, se configuran nuevas maneras de malestar social y psíquico. Por esta razón, el psicólogo deberá considerar estos movimientos en su labor profesional. Esto implica que uno de los grandes retos que tiene la psicología en este tiempo, es repensar las problemáticas a las que se enfrenta desde una mirada que considere las implicaciones sociales y culturales contemporáneas.

El siglo XXI se caracteriza por estar regido por el Capitalismo, en su forma neoliberal y globalizada, lo cual tiene implicaciones en múltiples sentidos, que van mucho más allá de la cuestión económica, hacia la expansión de las tecnologías y el mundo digital, el acceso a una gran cantidad de información de diversas fuentes, pero sobre todo una serie de efectos sobre la vida social y sobre el psiquismo.

¿Cómo se presenta el lazo social en un mundo donde la competencia es cada vez más descarnada y el consumismo pareciera regirlo todo?, ¿qué efectos hay en las personas en un mundo que los clasifica y evalúa constantemente?, ¿qué problemáticas pueden surgir bajo un espacio social que exige cambios constantes y rápidos para no quedar rezagados, en un mundo que pide sujetos preparados, exitosos, fuertes, competentes y además felices?

Si bien las respuestas a estas interrogantes rebasan el espacio de esta nota, podemos sintetizar en algunos puntos que se unen inequívocamente:

1) Los vínculos sociales y afectivos, bajo esta lógica, se vuelven cada vez más utilitarios, momentáneos y frágiles. La soledad es característica de nuestros tiempos, a pesar de las redes sociales y su simulación de compañía.

2) La competencia constante genera una visión individualista, en la que cada quien lucha por lo propio, los lazos comunitarios se vuelven cada vez menos posibles. Muchas formas de violencia emergen de aquí también.

3) Cada vez más personas, fascinadas por los objetos de consumo, hacen de estos su objetivo, meta e ideal de vida. Hay quienes incluso hacen de sí mismos una especie de producto, para mostrar en los “aparadores” de las redes sociales.

4) Los estándares e ideales de la sociedad actual parecieran estar centrados en lo económico, la ganancia, el resultado concreto, y en este sentido el dato exacto que califique, qué diga el “verdadero” valor de las cosas. Por supuesto, esto provoca que sea el resultado, y no el proceso lo importante, de ahí la inmediatez de nuestra sociedad.

5) Bajo los estándares antes descritos, los sujetos se ven confrontados con la frustración del fracaso, la culpa y la vergüenza que no cumplir con dichos ideales provoca. Por supuesto, el discurso “felicista” que sostiene la sociedad actual daña al sujeto mucho más de lo que se piensa.

El psicólogo, en este sentido, deberá estar muy consciente de estas características, ya que podrá escucharlas en las problemáticas que aparecen en su consultorio, estarán presentes en las dificultades de aprendizaje y educativas diversas que atienda, también dentro de los espacios laborales u organizacionales en que se desempeñe, y por supuesto en la intervención comunitaria y social; incluso en las temáticas que investiga están presentes.

Así, pensar e intervenir como psicólogo sin consideración de las circunstancias socio-culturales, y por ende, psíquicas implicadas, significaría actuar de manera ciega y bajo una posición ascética, simplista y únicamente haciendo uso de la técnica, más que del saber psicológico tan vasto y rico. El gran reto de la psicología es y seguirá siendo pensar a cada momento las problemáticas en su singularidad y en contexto.

Los retos de la

psicología en

el siglo XXI

estos movimientos en su labor profesional. Esto implica que uno de los grandes retos que tiene la psicología en este tiempo, es repensar las problemáticas a las que se enfrenta desde una mirada que considere las implicaciones sociales y culturales contemporáneas.

El siglo XXI se caracteriza por estar regido por el Capitalismo, en su forma neoliberal y globalizada, lo cual tiene implicaciones en múltiples sentidos, que van mucho más allá de la cuestión económica, hacia la expansión de las tecnologías y el mundo digital, el acceso a una gran cantidad de información de diversas fuentes, pero sobre todo una serie de efectos sobre la vida social y sobre el psiquismo.

¿Cómo se presenta el lazo social en un mundo donde la competencia es cada vez más descarnada y el consumismo pareciera regirlo todo?, ¿qué efectos hay en las personas en un mundo que los clasifica y evalúa constantemente?, ¿qué problemáticas pueden surgir bajo un espacio social que exige cambios constantes y rápidos para no quedar rezagados, en un mundo que pide sujetos preparados, exitosos, fuertes, competentes y además felices?

Si bien las respuestas a estas interrogantes rebasan el espacio de esta nota, podemos sintetizar en algunos puntos que se unen inequívocamente:

1) Los vínculos sociales y afectivos, bajo esta lógica, se vuelven cada vez más utilitarios, momentáneos y frágiles. La soledad es característica de nuestros tiempos, a pesar de las redes sociales y su simulación de compañía.

2) La competencia constante genera una visión individualista, en la que cada quien lucha por lo propio, los lazos comunitarios se vuelven cada vez menos posibles. Muchas formas de violencia emergen de aquí también.

3) Cada vez más personas, fascinadas por los objetos de consumo, hacen de estos su objetivo, meta e ideal de vida. Hay quienes incluso hacen de sí mismos una especie de producto, para mostrar en los “aparadores” de las redes sociales.

4) Los estándares e ideales de la sociedad actual parecieran estar centrados en lo económico, la ganancia, el resultado concreto, y en este sentido el dato exacto que califique, qué diga el “verdadero” valor de las cosas. Por supuesto, esto provoca que sea el resultado, y no el proceso lo importante, de ahí la inmediatez de nuestra sociedad.

5) Bajo los estándares antes descritos, los sujetos se ven confrontados con la frustración del fracaso, la culpa y la vergüenza que no cumplir con dichos ideales provoca. Por supuesto, el discurso “felicista” que sostiene la sociedad actual daña al sujeto mucho más de lo que se piensa.

El psicólogo, en este sentido, deberá estar muy consciente de estas características, ya que podrá escucharlas en las problemáticas que aparecen en su consultorio, estarán presentes en las dificultades de aprendizaje y educativas diversas que atienda, también dentro de los espacios laborales u organizacionales en que se desempeñe, y por supuesto en la intervención comunitaria y social; incluso en las temáticas que investiga están presentes.

Así, pensar e intervenir como psicólogo sin consideración de las circunstancias socio-culturales, y por ende, psíquicas implicadas, significaría actuar de manera ciega y bajo una posición ascética, simplista y únicamente haciendo uso de la técnica, más que del saber psicológico tan vasto y rico. El gran reto de la psicología es y seguirá siendo pensar a cada momento las problemáticas en su singularidad y en contexto.

Adriana Irene Hernández Gómez