Boletín SUAyED JUNIO | 页面 21

Pluma de plata

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Mi experiencia como “pluma de plata” no deja de darme retos y satisfacciones. La primera, haber podido ingresar a la mejor universidad del país a los 59 años, sin haber estado en una modalidad escolarizada más que en la primaria. No, no ha sido fácil dejar atrás la idea de que estaría en un recinto universitario rodeada de cultura, conocimiento, libros pero sobre todo, cómplices y compañeros de grupo. En cambio he seguido aprendiendo a aprender, he incrementado mi gusto por escribirme con otros y de esa manera, aunque pocos, voy creando lo que llamo vínculos universitarios.

La carrera que elegí es para la que estoy hecha, lo confirmo paso a paso mientras me dirijo al quinto semestre. Voy muy despacio, llevo sólo tres materias por semestre porque no tengo prisa: tengo ansias de aprender a servir a mi prójimo de la mejor y más segura forma.

A mis compañeros jóvenes siempre les recomiendo que no corran, que disfruten, pero entiendo su prisa, sus ansias de comerse al mundo. Yo las sigo teniendo, solamente lo hago más despacio, disfrutando intensamente cada bocado como una sibarita. Soy de los tiempos en los que una buena calificación era importante porque significaba haber comprendido y aprehendido. Ahí está la importancia del tutor: mis profesores me inculcaron esta sed infinita por el conocimiento, el respeto a la sabiduría, siempre poderosa, la disciplina que sostiene todo lo que hacemos. Qué magníficos maestros, que hasta estos días alcanzan sus enseñanzas.

No es sencillo, aclaro. No todo es miel sobre hojuelas, hay que desvelarse, releer, buscar otros textos para comprender, para hacer la tarea, para trabajar en equipo, nuestro mayor coco. Pero sueño con el día en que he de graduarme si Dios me presta vida. Y si no, este viaje por el conocimiento habrá sido otro de los felices premios de estar viva.

Fotografía: Alex Escalante

Elizabeth Durand Goytia

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