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El Pensador 2 Lunes 05 de agosto 2019 Opinión Columna de opinión La angustia es el precio de ser uno mismo So the choice I have made May seem strange to you But who asked you, anyway? It’s my life to wreck My own way. Morrisey T omás, ese taciturno y reflexivo protagonista de “La insoportable levedad del Ser “ (Milan Kundera) detestaba las jergas profesionales y técnicas. Como no. Ese tufo insoportable, de egos infructuosos y que decantan en maniqueísmos casi dogmáticos, también provocan en mí, un hastío que colinda con las ganas de moldearles el culo a patadas. Tal vez por eso vuelvo a la novela de Milan: creo en la necesidad de construir siempre una nueva mirada y en la eterna búsqueda de lo inapropiado y falto de aceptación. Van Gogh vendió cero cuadros en su vida. AlanTuring salvó a millones y tomo el camino del suicidio. Cobain sucumbió al deleznable escrutinio público. La urgencia del camino propio, a veces fragua planes siniestros e inevitables. ¿Es insoportable la levedad del ser?. Tal vez. ¿Vale el sacrificio de la sublimación del ser?. Absolutamente. La voluntad de la decisión es primordial. Finalmente, creo que no pertenecer implica pertenecerse a uno mismo…y esa es la única e imperecedera verdad, al menos para mí. Es muss sein. ¿Esta sociedad en el contexto de la modernidad líquida tiene la capacidad de adoptar a los lobos esteparios del siglo XXI?. La respuesta inmediata sería un rotundo si; considerando que Bauman afirmó que el cambio es la única constante y que las certezas se fueron al carajo. Pero no. Pese a que la ambivalencia ideológica y moral se han instaurado como panacea de vida en los últimos 30 años, asumo que todavía subyace en la psiquis social cierto desdén hacia lo diferente. Sin embargo, todo tiene un precio y no todo el mundo está dispuesto a pagarlo. Falta de efectivo emocional. Carencia de crédito de riesgo. La chequera de voluntad no cuenta con fondos. Razones miles. El deseo insondable de likes en redes sociales, evidencia la supina necesidad de aceptación. La exposición fraudulenta de vidas virtuales, propone una sostenida verdad: quiero que me quieran. Vidas regulares y sin defectos, acaso el paradigma insustancial del siglo XXI. Triste. Fome. Básico. Por Carlos Díaz Hijo de Pampinos. Esposo de una Diosa. Padre de un super héroe. Periodista de profesión. Profesor de vocación. Músico de pacotilla. 11