BOLETÍN N°36 DE LA SACRAMENTAL DE SANTA MARTA. LOS MOLARES. 2019 BOLETÍN 36 | Page 16
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Santísimo Sacramento y Santa Marta - 2019
DE UN PADRE AGRADECIDO
Pues que sois tan milagrosa
y alcanzáis tanto de Dios.
Amparadnos siempre vos,
“¡Oh, Santa Marta Gloriosa!”.
Desde siempre tuve la certeza de que los santos son nuestros intercesores ante Dios
Nuestro Señor. Que allí en la Gloria eterna cantan sin cesar alabanzas a Cristo, las cuales son
nuestras plegarias convertidas en una salmodia eterna recitada para que Dios Todopoderoso
interceda.
El galardón más preciado que Dios en su infinita sabiduría y misericordia nos ofrece, es el
de alcanzar la Santidad. Desde que somos creados en el seno de nuestras madres, Cristo
tiene un plan para todos y cada uno de nosotros, pero todos tenemos una misma meta, el
ser santos en la tierra para ser merecedores de la Santa tribuna celestial, desde la cual
adorar y alabar a Dios por los siglos de los siglos.
Por ello es motivo de alegría cuando un hombre o mujer es elevado a los altares, ese
lugar de preferencia para quienes han visto y oído a Dios, creyendo firmemente que el Padre,
Hijo y Espíritu Santo son los precursores de absolutamente todo.
En nuestro pueblo de Los Molares tenemos como particular intercesora a Santa Marta,
Patrona nuestra y Protectora, reconocida así por todas las generaciones de molareños que
nos han precedido. Es por ello que en momentos de máxima necesidad y desamparo, nos
acogemos a su santa virtud, rogando a Dios a través de Ella. Porque sin olvidar que es Dios
quien concede la gracia, mediante los santos, nuestras plegarias alcanzan mayor voz en el
Cielo. Rezamos a Marta para que nos escuche Dios.
Como molareño, fue a Ella a quien acudí cuando las noticias no fueron buenas. ¿Que no
hace un padre por un hijo?. ¿Acaso no es capaz de lo inimaginable?. Después de depositar la
confianza en los profesionales que intervendrían su pequeño cuerpo, tan sólo me quedaba
rezar. Y recé. Quizás con más fuerzas que nunca. Con un rosario entre mis manos y frente a
una puerta de quirófano a la que me aferré como si de un Sagrario se tratase. Esperando ver
abrir la puerta y atisbar en su interior, la mismísima presencia de Dios.
Después de tres horas de operación, pasó la incubadora frente a mi, con su cuerpo aún
dormido, como ese Niño de Belén un veinticuatro de diciembre en su pesebre. Aquello
también sucedió en diciembre. Como María y José, su madre y yo esperábamos el milagro de
Dios. Y entonces la vi. A los pies nuestro, caía de la cuna moderna, apareció la estampa de
Santa Marta que puse sobre su manta justo antes de entrar en el quirófano. Entonces supe
que Ella había cantado mi plegaria. Que la Patrona había velado por su pequeña molareña.
Lloré. Pero esta vez de alegría. Dios obró su voluntad al oír la voz de Marta.
Bendita seas Santa Marta. ¡BENDITO SEA DIOS!.
En eterno agradecimiento de unos padres
que te tienen por intercesora.