Blablerías Nº 17 - Abril 2016 | Page 10

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LA ORALIDAD

COMPROMETIDA

CONTAME UNA HISTORIA

por Rubén Juárez

por

por Alejandra Oliver Gulle

www.alepepa.com.ar

Opinión

E

Una responsabilidad de los formadores

A menudo se nos acusa a los formadores de estar al frente de fábricas de cuenteros en serie. Y la pregunta se impone: ¿cualquiera puede ser un narrador? O sea: ¿cualquiera puede hacer arte? y ¿por qué y cómo contamos?

sta problemática es un tema que

tratamos a diario en la Escuela

NaRRaCuenToS de Córdoba.

Creo que, como todo hecho estético, las cosas cambian según del cristal con que se miren. Por eso, al no tener un punto de partida común para comenzar a conversar, todo es ambiguo y hasta puede parecer que, al hacer esta crítica, uno se sube al barco de los maestros ciruela o peca de estar mirando la paja en el ojo ajeno, lo cual es peor.

Entonces es mejor ofrecer algunas posibles soluciones.

Creo imprescindible que distingamos varios grupos de personas: está la gente que nace artista y la gente que se hace artista. También, los que quieren ser artistas y, aunque no lleguen a conseguirlo, tienen el mérito de haberlo intentado.

Los tres casos deberían trabajar duro, formarse, planificar permanentemente y crecer hasta el último día.

El cuarto grupo corresponde al de los irresponsables, los que no trabajan y no toman las cosas con la seriedad y profundidad que se necesitan para hacer cualquier cosa bien hecha (así el talento y el carisma no los ayuden); son los que ensucian la cancha y le ponen palos en la rueda a cualquier actividad a la que intenten pertenecer.

Lamentablemente, la cuentería se presta mucho (por su carácter de arte social) para camuflar a esta clase de personas que serán infiltrados toda la vida, aunque algunos públicos distraídos metan a estos cuatro grupos dentro la misma bolsa.

Pero ellos -los irresponsables- no tienen la culpa. Han encontrado una tabla en medio del mar, como un regalo del cielo, y se salvan como pueden. Son los que se encantan con la narración oral cuando la encuentran, mientras se dejan llevar por la balsa hacia un eterno naufragio sin pena ni gloria (para desgracia de los escuchas).

Somos los formadores quienes tenemos la obligación de trasladar esta convicción de la pasión por el trabajo a todo aquel que tome clases con nosotros; y de lograr que cada quien tenga bien claro en qué punto del camino está, cuando se exponga al público.

Entonces, a medida que se avance en el trayecto, hay que ser más exigentes todavía.

De esta manera, las primeras experiencias (tan necesarias para hacerse cuentero) serán más valiosas y más sinceras. Y tendremos así más narradores responsables y serios, además de buenos y talentosos profesionales que se esmeren, no simplemente por cuidar la imagen personal sino también por cuidar la imagen de la narración, como expresión artística profesional y de exquisito disfrute.

Pero no solo los malos narradores ahuyentan al público de las salas: a veces los inadecuados repertorios también lo hacen. Está claro que, la mayoría de las veces, ambas cosas van de la mano, pero a veces, no. Y está bueno también atender, de paso, ese punto.

Por eso considero imprescindible incorporar en los programas de formación las materias vinculadas con esta toma de conciencia. O sea, además del cómo contar, profundizar sobre el porqué contar de lo que saldrá la respuesta a "¿dónde contar?". Y, como si fuese un círculo bendito, obtendremos nuevas y reveladoras respuestas que nos modifiquen el ¿CÓMO CONTAR?