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Por qué seguir contando cuentos
T
Narración
para leer
por Cucha Del Águila
barberis.blogspot.com.ar
odos estos
años he contado
cuentos. En la
cabecera de la
cama de mi hija,
a veces quedándome dormida antes que ella; en la sala de mi casa, en las veladas que organizaba cada mes o cuando algún cuentero de otra ciudad pasaba por Lima; en casas de amigos, de gente que no conocía, como la de aquel abuelo de ochenta años a quien sus nietos decidieron regalarle por su cumpleaños una velada de cuentos. En las riberas de los ríos, en algún pueblito perdido en el desierto, en lugares que a veces ni sospechaba que existían; en hospitales, en colegios; esporádicamente, en salas de teatro y -cómo olvidarlas- en las celebraciones a la vida con cuentos y música realizados en esos espacios sagrados: las Huacas.
He contado cuentos a todos aquellos que han querido escucharme, hasta a mi hermano muerto. Los cuentos me han aliviado del dolor extremo, me han enseñado a decir lo “indecible”, también me han enseñado a callar. Ellos me han permitido encontrar tesoros incalculables: gracias a ellos he descubierto que las riquezas más grandes están escondidas en el corazón de los hombres y mujeres con los que me he encontrado. El cuento ha sido la llave para entrar en sus vidas. Ese descubrimiento se ha dado de maneras insólitas y casi mágicas, recorriendo caminos y viviendo experiencias que han dado nacimiento a historias que hoy hacen parte de mi vida.
Mientras tanto, la violencia ha seguido azotando el mundo y solo lo recordamos cuando nos toca de cerca. Pareciera ser que el mundo no cambia y nosotros tampoco. Pareciera ser que, salvo raras excepciones, todos y cada uno de nosotros seguimos siendo capaces de lo mejor y de lo peor.
Entonces, ¿por qué seguir apostando a la vida, al mundo, a nosotros? ¿Por qué seguir contando cuentos?
Porque la voz de mi hija me pide otro cuento, porque en las miradas de los niños desfilan mil paisajes, por sus risas, por sus lágrimas; porque el rostro duro de aquel hombre se enternece de pronto; por aquel maestro curandero que asiente mientras voy hablando y al final me dice “Tu cuento es verdad”; por ese hombre que de pronto se levanta en medio del público y me declara su amor cantando; por las risas, la tertulia, los bostezos de aburrimiento o el cansancio en las veladas de mi sala; porque el rostro de aquella mujer se apacigua mientras me escucha; por aquel joven de camisa blanca que me pregunta si lo que digo es verdad; porque cuando me quedo muda mi amiga me devuelve el habla con sus cuentos (como la historia de Selim, narrador de Damasco, que perdió el habla y sólo recuperó su voz cuando le regalaron siete cuentos…).
Por que los labios de mi abuela, que apenas se mueven, dicen “sigue… sigue contando…”
…Sigo contando porque no me basta con ser sobreviviente del planeta. Seguimos contando porque queremos seguir cantándole a la vida
y digo“seguimos” porque somos muchos en el mismo camino ycada vez seremos más y más… aunque ustedes ya no estén para verlo ni yo tampoco.
Y colorín
colorado,
este cuento
no ha
acabado…