Blablerías N°11 - Julio 2014 | Page 4

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CENIZA

Dije que iba a matarme.

Lo dije para que ella, de una vez por todas,

levantara los párpados

inventara una sílaba

hiciera que las cosas que componen el mundo

tuvieran nuevamente un fervor

o un capricho.

Abrí lentamente la ventana

puse un pie en la cornisa

y como nunca el aire se hizo frágil.

Ella, acostada y fumando un cigarrillo,

dejaba caer la ceniza

dentro de una taza de café.

Dije a gritos

en el borde en el filo

en la boca sin labios del abismo

que iba a matarme.

Ella

ponía más cuidado en no ensuciar la alfombra

que en impedir la posibilidad

de ver mi sangre corriendo en la vereda.

Mi pie renunció al heroísmo.

Perdí la gloria el vuelo

la ocasión del delirio.

Entré en la habitación enfermo de silencio

mi cuerpo parecía los restos de una ciénaga.

Ella se levantó desnuda

pasó a mi lado

se miró en el espejo.

Me dio sólo el perfume que todavía

quedaba escondido en su pelo.

Se vistió sin decir una sola palabra

y al salir no hizo ningún ruido.

Quedé solo

más muerto

que si hubiese saltado hacia el vacío

más ceniza

que la ceniza en el fondo del pocillo.

por Eduardo Chaves

Poesía

Cenizas

Tamara Castro