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Comentario
por Silvina Rodríguez
Silvina Rodríguez nos envía este comentario, que escribió hace dos años, cuando se cumplía el trigésimo aniversario del 2 de abril en Malvinas. Y asegura que sigue recomendando la lectura de esta historia en los colegios secundarios.
s posible que leer este libro en vísperas del tan mentado 2 de abril, tan luego a 30 años de aquel de 1982, me haya puesto más permeable al tema. Durante mucho tiempo no quise o no pude (o ambas cosas) meterme en las honduras que el caso requiere. Ex combatientes. Historias de vida. Tumbas vacías. El cenotafio de Plaza San Martín. Galtieri en el balcón. Mis dieciocho años ingresando en Letras y ese tiempo, breve pero muy intenso, desde ese mismo 2 de abril hasta el 10 de junio, donde (y digo donde porque ese tiempo es un espacio, son días y noches que pasan) una vez más nos vamos desentendiendo de lo que ocurre, en la medida en que no nos toca, no llamaron al frente a ningún familiar, pocos conocidos, van los de las provincias, a los de Capital no los mandan, siempre termina pasándole a otro.
Y entonces me topo con la novela de la Comino, editada por Libros del Náufrago, y ya me gustó la metáfora del título: complicada se me hace una acción semejante, “nadar de pie”. Y es que complicado le resulta vivir a Mavi, la protagonista, una porteña de dieciséis años que perdió a su padre aviador en la guerra. Le resulta complicado entender, armar su propia historia, con retazos de los que se la cuentan: su madre, transida todavía del dolor de la pérdida; su abuela materna, dibujada con otro dolor y con otras ideas; su abuelo paterno, quien expresa
quizás lo que el común de la gente pensó de esa guerra: que puede que las Malvinas fueran argentinas, pero no se podía iniciar a raíz de eso una guerra que se llevara todo el resto por delante. Y que nunca existió la oportunidad de ganar.
En el medio, Mavi (en realidad Malvina, como la hija del gobernador Luis Vernet) viaja desde Buenos Aires a Maipú a reencontrarse con la familia y la historia de sus padres. Y sobre el final, en las mismísimas Islas, adonde van como parientes de un combatiente caído en acción, escribe una carta al padre. En realidad, una botella al mar que le permita ordenar mínimamente ese caos que es su propia historia hasta el momento de la escritura. El hecho de poner por escrito puede tener un efecto de sanación, de cierta cura.
Si en las escuelas secundarias tienen interés en trabajar el tema por el borde, y no por la Historia propiamente dicha, creo que este libro puede echar alguna luz sobre cuestiones oscuras de un período que todos nos empeñamos en olvidar.
E
NADAR DE PIE
de Sandra Comino