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Cuento
Inimputabilidad
El cráneo calvo que aparece y desaparece con el vaivén de las ondas del lago; la resolana que juguetea con el codo de un brazo enterrado en el lodo de la orilla; un torso sin cuerpo, un talón sin pie, una pierna retorcida flotan sin brillo en las aguas oscuras, que no consiguen ocultar la morbosidad de las partes, la horrible ausencia de los cuerpos enteros.
Hubo pruebas suficientes del ímpetu sin freno, de la sangre hirviendo, de las venas expuestas en las mejillas contrariadas. De las mutilaciones.
Pudo haber sido una pérdida de control, una explosión irracional, un ataque de demencia. Pero nada de esto sirve como atenuante. Él tendrá que pagar.
Había tomado las tijeras de su madre. Las de mucho filo, las prohibidas. Los había llevado a la orilla del lago. Les prometió alegrías. Les prometió ser otros, inventar historias hasta caer extenuados por la risa.
Tal vez contó con algún cómplice; no pudo hacerlo solo. Tal vez fue su cómplice la locura, la que redobla fuerzas, la que arrasa. Tal vez la euforia de matar o morir
.
Y nosotros debemos velar por la seguridad de la sociedad. Nadie quiere vivir en peligro. Nadie quiere que estas conductas se expandan, que crezcan, que irrumpan en la calidez de nuestros hogares. Mejor prevenir que curar.
Cinco años será una condena justa. Saldrá cuando tenga diez. Esta vez fueron sus muñecos. Mañana podríamos ser nosotros.
por Jorge Castagna
Magia de mi tierra
por Ricardo Vilca