Una leyenda
Vive en las ramas de muchas especies de árboles: pinos, robles, crespones, cedros, cipreses, fresnos, acacias negras, araucarias y otros. Las cortezas lisas del plátano, del eucalipto y del alcanforero impiden su ataque. Sin embargo, el clavel del aire no es un parásito: no produce la muerte de su anfitrión puesto que no le chupa la savia. Solamente lo usa de sostén, de la misma manera que puede utilizar un cable. Estamos hablando, entonces, de una epífita, como los musgos, los líquenes, algunos helechos y algunas orquídeas.
El clavel del aire busca superficies rugosas para tomarse más fácilmente y adherir las semillas que, para eso, tienen unos pelos sedosos y blancos. Se adapta a la humedad y a la sequía, a la luz y a la sombra.
Como sus raíces son muy reducidas y están en el aire, absorbe minerales y agua a través de sus hojas.
A veces, si crece demasiado o se multiplica en forma apretada, puede llegar a causar daño al árbol o arbusto que lo hospeda.
EL CLAVEL DEL AIRE
por Marita von Saltzen
Dicen en el Noroeste de la Argentina que, en tiempos de la conquista, los indígenas continuaban con la tradición de ayudarse entre vecinos en la cosecha a cambio de un plato de comida, trabajo al que llamaban —y aún se conserva el nombre— “minga”.
Una de las mingueras era Shullca, morena bellísima que llamó la atención de un oficial español muy joven.
El enamorado no fue correspondido, pero no abandonó sus intentos de seducción. Tanto la perseguía por todos lados, que la muchacha empezó a temerle.
Un día, para escapar de él, ella trepó hasta la rama más alta de un algarrobo que se balanceaba peligrosamente en la cima de la montaña.
Él le rogó que bajara, jurándole que no le haría ningún daño. Pero ella no le creía y se negaba a abandonar el árbol.
El joven, desesperado y furioso a la vez, por semejante rechazo, arrojó al aire con fuerza su puñal. Sin entender cómo había sucedido, vio que el arma se había clavado en el pecho de la niña.
Como una hoja al viento cayó al vacío el cuerpo de Shullca. Y el muchacho se arrojó tras ella.
Allí, en el lugar donde una gota de sangre había manchado al algarrobo, nació una planta, aferrada a la rama, con una flor preciosa: el clavel del aire.
Como el clavel del aire,
así era ella,
igual que la flor...
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"El clavel del aire"
Música: Juan de Dios Filiberto
Letra: Fernán Silva Valdés
Intérprete: Jorge Valdés