Y lo peor fue escucharlos decir en voz baja “a un tonto así siempre le
sucederá lo mismo, es paté co”.
Me sentí humillado, avergonzado, miserable y enfurecido conmigo mismo.
Unas horas después caí en la cuenta de que era un COBARDE hecho y
derecho.
Un pobre infeliz…
Ese fue el momento de quiebre. Me decidí a cambiar. A cambiarlo
todo.
Ninguna mujer volvería a llevarme de las narices. El perrito faldero
desaparecería para siempre, y me convertiría en un león con las mujeres.
Estaba decidido a lograrlo. Sabía que era posible.