INFORME GENERAL Centro Nacional de Memoria Histórica
reclamaba su dimisión y con acontecimientos violentos desestabilizadores como el magnicidio del dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado el 2 de noviembre de 1995 en medio de crecientes rumores de un golpe de estado. Este convulsionado contexto fue exacerbado por las presiones del gobierno norteamericano que se pusieron de manifiesto en las descertificaciones sucesivas a la lucha contra el narcotráfico de Colombia entre 1995 y 1997, la cancelación de la visa americana al presidente Samper en julio de 1996 y la exigencia de resultados contundentes contra la expansión de los cultivos ilícitos, presiones que desembocaron en el inicio de las fumigaciones aéreas con glifosato en el suroriente del país y las subsecuentes reacciones con las marchas de los campesinos cocaleros en agosto de 1996. Esta crisis de gobernabilidad desajustó los arreglos institucionales entre el Gobierno Nacional y las Fuerzas Militares logrados durante la administración Gaviria, haciendo retroceder la injerencia de los civiles en las políticas de defensa y seguridad nacional, generando con ello las condiciones para que las tensiones volvieran aflorar en las nuevas etapas del conflicto armado. Este retroceso se concretó en el debilitamiento de la Consejería de Seguridad Nacional, el regreso de los militares a la jefatura del Ministerio de Defensa, además de las declaratorias sucesivas de los estados de excepción que le devolvieron autonomía. Todo ello allanó el camino para el resurgir de una guerra que alcanzó dimensiones insospechadas.
2.3. Los años de la tragedia humanitaria: la expansión de guerrillas y paramilitares, el Estado a la deriva y la lucha a sangre y fuego por el territorio( 1996-2005)
Entre 1996 y 2005, la guerra alcanzó su máxima expresión, extensión y niveles de victimización. El conflicto armado se transformó en una disputa a sangre y fuego por las tierras, el territorio y el poder local. Se trata de un periodo en el que la relación de los actores armados con la población civil se transformó. En lugar de la persuasión, se instalaron la intimidación y la agresión, la muerte y el destierro.
Noticia de prensa en El Espectador del magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado. Fotografía: El Espectador, 1995
Para este periodo, la violencia adquirió un carácter masivo. Las masacres se convirtieron en el signo característico. El desplazamiento forzado escaló hasta llevar a Colombia a ser el segundo país en el mundo, después de Sudán, con mayor éxodo de personas. Los repertorios de violencia de los actores armados registraron su mayor grado de expansión en la historia del conflicto armado colombiano.
El escaso margen de maniobra del Gobierno de Ernesto Samper, como efecto de la crisis de gobernabilidad desatada por el proceso 8.000, le impidió intentar una negociación con los grupos armados. En su propio gabinete no había consenso. Por una parte, la línea dura— encabezada por el entonces ministro de Defensa, Fernando Botero Zea, y por los altos mandos militares, en especial el general Harold Bedoya, comandante del Ejército— asumía que no se podía ceder a la demanda de las farc de despejar un territorio de las Fuerzas Armadas para iniciar un diálogo, porque esto las llevaría a ejercer un control territorial sobre una
156