Basket Marcha 2014 Enero 2014 | Page 9

En su desesperación, decidió sentarse a meditar sobre lo que estaba fallando y cómo solucionar el desafío que había aceptado: no era cuestión de adaptar un deporte, era cuestión de inventar un deporte nuevo mezclando aspectos de deportes conocidos. Primero: todos usan algún tipo de balón. Bien, cojamos un balón, pero grande, para que se pueda manejar bien, que sea fácil de aprender y no requiera ningún material especial que complique y encarezca el juego. Segundo: los jugadores pueden correr por el campo con el balón y eso lleva a la violencia de los placajes (poco recomendados en el pavimento de un pabellón cubierto) o de las entradas con contacto duro para robarlo. Pues que no se pueda correr con el balón en las manos y que no se pueda agredir al que lo lleva para robárselo, que haya que robarlo cuando lo suelte para avanzar o anotar. Tercero (y brillante): siempre hay un gol vertical al que hay que acceder para anotar tantos, lo que invita a intentarlo por la fuerza bruta, lanzando, empujando, arrasando. Pongamos un gol horizontal (al estilo de un jugo infantil que Naimsmith conoció de niño, llamado “El pato en la roca”), así tendrá que primar la habilidad y la puntería sobre la fuerza. Cuarto: el gol está siempre a ras de suelo, lo que invita a los defensores a cerrarse sobre él, amurallándolo y evitan así la anotación del contrario. Bien, pongamos el gol elevado del suelo a una altura inalcanzable para que esté siempre accesible a los atacantes. Y quinto: para empezar hagamos un salto neutral tirando un balón al aire para que uno de cada equipo intente palmearlo a los suyos (lo que son las cosas, lo primero que ocurrió en la historia del baloncesto fue el paradigmático salto entre dos y ahora lo queremos eliminar). Y así, en menos de una hora, sentado en su mesa, solo, meditando, creó por encargo y a medida el baloncesto James Naimsmith. Fue a pedir un par de cajas al encargado de material, pero le dijo que no tenía, que le podía dar un par de viejas cestas de recoger fruta que había allí arrimadas. Y así fue. El propio Naimsmith las clavó a la barandilla del corredor que rodeaba el campo cubierto, a unos 3 metros del suelo. Pidió que le mecanografiaran en dos folios las primeras (13) reglas, las puso en el tablón de anuncios del pabellón y esperó a que llegaran a clase sus 18 “incorregibles”. El primero en llegar fue Frank Mahan, que viendo el panorama, se temió lo peor, pero Naimsmith le aseguró que sería la última prueba y que si no salía bien se rendía. Cuando llegaron todos, les explicó las reglas, se dividieron en dos equipos de 9 y empezaron el primer partido/entrenamiento de la historia, con el primer salto entre dos, el 21 de diciembre de 1891. Hasta hoy.