Basket Marcha 2014 Enero 2014 | Page 8

Por Antonio de Torres 122 años Escribo esto el día del cumpleaños más importante para mí, el 21 de diciembre. No es mi cumpleaños, desde luego, ni el de mi hijo, ni el de su madre, ni... ninguno lógico y habitual. Es el 122 cumpleaños del BALONCESTO. En estos tiempos, en los que unos cuantos desconocidos, mental y profesionalmente escasos, muy escasos, me están poniendo más difícil que nunca eso de jugar partidos de baloncesto, he pensado que quizá sería oportuno meditar un momento sobre cómo y para qué nació el deporte que hoy tiene más licencias en el mundo (¡Sí! No es el futbol, no señor. Vale que los chinos tienen mucho que ver en eso, pero... es lo que hay). Todos sabemos que el baloncesto lo inventó un tal James Naismith en un frío lugar llamado Sprinfield en el estado de Massachussets. Eso está a menos de tres horas al norte de Nueva York, a orillas del río Connecticut y a menos de 150 kilómetros de la costa donde está la capital estatal, Boston. ¡Mucho frío! Hoy quiero traer aquí los detalles de la reflexión que se hizo el profesor Naimsith para inventar literalmente un nuevo deporte. Él había probado ya haciendo modificaciones sobre deportes conocidos, buscando la manera de adaptarlos a las dos condiciones que le había puesto su jefe en el YMCA International Training School (hoy conocido como Springfield College), el Dr. Luther Halsey Gulick: que se pudiera jugar sin problemas técnicos en pabellón cubierto durante el frío invierno y que resultara motivante y atractivo para los alumnos más rebeldes y reluctantes con el entrenamiento que tenían en el centro. Naismith había sido nombrado por Gulick profesor de la clase de los “incorregibles”, como les llamaban a los 18 alumnos de los que nadie podía hacer carrera y con ellos hizo diferentes intentos, frustrados todos.