Chiwakito Clown
Por Renzo Mansilla Castillo
O
í en algún lugar que un clown no puede quitarse la nariz por muchas ganas que tenga de estor-
nudar o por mucho que le falte la respiración ¡Y vaya que es así!
Los niños nos llaman payasitos, debido a la convencionalidad del término; otros al vernos,
esperan una función circense, malabares y dosis de risa y comedia. Lo que muchos no saben es que el
personaje clown no siempre es aquel que luce una rojísima nariz con una ajustada liga, algunos ni si-
quiera la utilizan. No están equivocados al pensar que la cuota de comedia va a empezar; esa es la
intención...
En escena dejo de ser yo y me convierto en un "Chiwuaku". Seguramente todos conocen al ave
picudo, color pardo oscuro que
evita ser detectado por la vista,
mas no por su canto; salta como
una ardilla para moverse entre las
tunas y maizales, roba con arte las
guindas y anida entre los eucalip-
tos. Dicen los abuelitos que
cuando canta, cual mensajero del
cielo, es porque la lluvia se acerca.
¡Ay si el chiwuaku hablara!
¿Y por qué no hacerlo hablar?
Contaría sin duda las costumbres
de la sierra, las leyendas y los mi-
tos, las faenas de los hombres, los
amoríos escondidos y el signifi-
cado del Huaylarsh. Tal vez una
pequeña nariz de clown sea sufi-
ciente para crear al personaje, so-
portar la falta de aire y las gotas sa-
ladas de la frente, revivir con ím-
petu al mensajero de los dioses y
no quitarse la nariz sino hasta
cuando elevar un quejido al viento
sea necesario, uno que narre con
versos las gotas de sangre y llanto,
uno que narre con furia la rivalidad
entre hermanos, uno que narre la
pena, uno que narre la vida, uno
que sea capaz de transformar en
tristeza la alegría, y permitirle una
vez más contar una historia nueva,
reír de su propia risa, sentir en lo
más profundo haberse convertido
en ave, saltar por los pastizales, gri-
tar a los cuatro vientos, bailar sin
vergüenza y volar por un instante
con las alas de los aplausos...
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