Automóviles y Caminos 2009 | Page 90

doras y cajas de seguridad. Al frente de la sección de cauchos Good-Year actuaba Vicente Amengual. Félix Carpio fue el primer empleador de Arismendi, quien lo introdujo junto a varios amigos como Antonio Sucre, para la época factor principal de la compañía. Tras un año en ella, con una notable experiencia y aprecio, pasó a la firma Gustavo J. Paúl & Cía., de Gustavo J. Paúl y Pedro Vallenilla Echeverría. Un caso interesante es Armando Planchart. Nacido en 1906, «se convierte en el más claro ejemplo de que ser rico no es malo», afirma el escritor Eduardo Casanova en crónica dedicada a este personaje tan interesante, pues, «aunque no heredó otra cosa que una gran capacidad de trabajo y dos condiciones que lo acompañaron toda su vida: la generosidad y un excelente sentido del humor. A los doce años tuvo que dejar los estudios formales, y poco después entró a trabajar en un banco, como simple mensajero. Ascendió hasta donde era posible, y pronto se convirtió en eficientísimo vendedor de automóviles en las tierras de San Cristóbal, y fue tal su empuje que la General Motors, a pesar de su juventud, lo promovió a vendedor independiente», haciendo tienda aparte de la firma de Gustavo J. Paúl, concesionario GM en el Táchira. Entre tanto, la arquitecta Hannia Gómez recuerda que hacia mediados de los años treinta, el joven y muy afortunado vendedor de automóviles en su estado natal, iba camino de convertirse en el primer General Motors Dealer de Venezuela, así como también que el 8 de diciembre de 1954, unido en matrimonio a Anala Braum, la pareja entra a vivir en la casa de fantasía que les diseñaría Gio Ponti, en la parte más alta de la urbanización Las Mercedes por lo cual, Caracas les quedaba literalmente a los pies. Los Planchart Braun reflejarían en su matrimonio como en un espejo 90 mágico, la apertura sin precedentes de Venezuela hacia el resto del mundo y hacia la modernidad. La fundadora de Fundamemoria destaca: «Las sucesivas agencias comerciales de Planchart y Cía. serían arquitectónicamente cada vez más grandes y más modernas. Los fulgurantes automóviles Cadillac, La Salle y Chevrolet que se exhibían en sus vitrinas cambiaban de modelo con la misma velocidad que mutaba el gusto de la época: los elegantes Packards de los treinta dieron paso a los abultados sedans de los cuarenta, y éstos a las aerodinámicas naves de los cincuenta que tan bien harían juego con la Caracas moderna que empezaba a expandirse y a construirse en el longitudinal valle caraqueño y su media corona de colinas». Apunta Casanova: «Con un asombroso buen sentido para los negocios, reunió una fortuna inmensa y se hizo, además, patrocinador de arte y cultura como no ha habido otro. El Salón Planchart, en la década de 1950, fue fundamental para el desarrollo de las artes plásticas en el país». El magnífico local de frente redondeado situado en Puente Mohedano fue escenario de ediciones del Salón que catapulta hacia la fama a muchos jóvenes que devienen en auténticos maestros de la plástica nacional. El arquitecto del edificio de Planchart y Cía Scs. es el arquitecto germano-californiano Clifford Charles Wendehack, autor también del edificio Phelps y de la Casa Club del Caracas Country Club, entre muchas otras arquitecturas magníficas de los años cuarenta. Enfrente estaba otro muy bello y algo parecido al de la acera de enfrente, ocupado por la firma Sucre y Cía. Aún existe allí -afortunadamente-. El de la Agencia Planchart fue demolido para dar paso a Parque Central en 1973. José Antonio Sánchez, fundador de Intersan S.A. y quien pasó a ser representante y distribuidor de la International Harvester, recordaba que las primeras unidades de esa marca llegadas al país cuando aún no existían carreteras pavimentadas, eran de tonelada y media y se vendían a un precio del orden de cinco mil bolívares. Pronto comenzaron a ser adquiridos por las pequeñas empresas de transportes que hasta aquel momento sólo habían utilizado carretas. El general Manuel Corao importó los primeros camiones que recorrieron nuestras calles. Fueron de la marca Mack destinados uno a la fábrica de vidrio y el otro al Aserradero Anauco. Entre algunos recuerdos de José Antonio Sánchez figuraba que los vehículos al principio venían completamente armados. Después los despacharon desarmados embalados en cajas por lo cual había que hacer en Caracas el trabajo de reconstruirlos. Las más importantes marcas de automóviles y camiones estaban representadas en el país por los llamados concesionarios o agentes autorizados. Ford y Chevrolet eran los carros de precio bajo y tenían la mayor demanda en tanto que los automóviles de precio mediano y de lujo eran los preferidos entre la clientela de mayores recursos económicos. En esta categoría estaban los Buick, Chrysler, Cadillac, Lincoln, Mercury, etcétera. Pocaterra fue adquiriendo experiencia y reputación de excelente vendedor, de tal suerte que en 1937 resolvió separarse de la agencia Chrysler para establecerse por su cuenta. Junto con don Pedro Vallenilla Echeverría fundó la firma que giró bajo la razón social de Pocaterra & Cía, la cual asumió la distribución de los productos de la Ford Motor Company: Ford, Mercury y Lincoln. Pocos años después la firma se transforma en compañía anónima y Frank Pocaterra pasa a ser el primer accionista. De su local de entonces situado frente a la Iglesia de Santa Teresa, la nueva compañía se muda a un edificio propio ubicado en Puente Hierro.