doras y cajas de seguridad. Al frente
de la sección de cauchos Good-Year
actuaba Vicente Amengual.
Félix Carpio fue el primer empleador de Arismendi, quien lo introdujo
junto a varios amigos como Antonio
Sucre, para la época factor principal
de la compañía. Tras un año en ella,
con una notable experiencia y aprecio,
pasó a la firma Gustavo J. Paúl & Cía.,
de Gustavo J. Paúl y Pedro Vallenilla
Echeverría.
Un caso interesante es Armando
Planchart. Nacido en 1906, «se convierte en el más claro ejemplo de que
ser rico no es malo», afirma el escritor
Eduardo Casanova en crónica dedicada a este personaje tan interesante,
pues, «aunque no heredó otra cosa que
una gran capacidad de trabajo y dos
condiciones que lo acompañaron toda
su vida: la generosidad y un excelente
sentido del humor. A los doce años tuvo que dejar los estudios formales, y
poco después entró a trabajar en un
banco, como simple mensajero. Ascendió hasta donde era posible, y pronto
se convirtió en eficientísimo vendedor
de automóviles en las tierras de San
Cristóbal, y fue tal su empuje que la
General Motors, a pesar de su juventud, lo promovió a vendedor independiente», haciendo tienda aparte de la
firma de Gustavo J. Paúl, concesionario GM en el Táchira.
Entre tanto, la arquitecta Hannia
Gómez recuerda que hacia mediados
de los años treinta, el joven y muy afortunado vendedor de automóviles en su
estado natal, iba camino de convertirse en el primer General Motors Dealer
de Venezuela, así como también que
el 8 de diciembre de 1954, unido en
matrimonio a Anala Braum, la pareja
entra a vivir en la casa de fantasía que
les diseñaría Gio Ponti, en la parte más
alta de la urbanización Las Mercedes
por lo cual, Caracas les quedaba literalmente a los pies.
Los Planchart Braun reflejarían
en su matrimonio como en un espejo
90
mágico, la apertura sin precedentes de
Venezuela hacia el resto del mundo y
hacia la modernidad. La fundadora de
Fundamemoria destaca: «Las sucesivas
agencias comerciales de Planchart y
Cía. serían arquitectónicamente cada
vez más grandes y más modernas. Los
fulgurantes automóviles Cadillac, La
Salle y Chevrolet que se exhibían en
sus vitrinas cambiaban de modelo con
la misma velocidad que mutaba el gusto de la época: los elegantes Packards
de los treinta dieron paso a los abultados sedans de los cuarenta, y éstos a
las aerodinámicas naves de los cincuenta que tan bien harían juego con
la Caracas moderna que empezaba a
expandirse y a construirse en el longitudinal valle caraqueño y su media
corona de colinas».
Apunta Casanova: «Con un asombroso buen sentido para los negocios,
reunió una fortuna inmensa y se hizo,
además, patrocinador de arte y cultura como no ha habido otro. El Salón
Planchart, en la década de 1950, fue
fundamental para el desarrollo de las
artes plásticas en el país». El magnífico local de frente redondeado situado
en Puente Mohedano fue escenario de
ediciones del Salón que catapulta hacia
la fama a muchos jóvenes que devienen
en auténticos maestros de la plástica
nacional.
El arquitecto del edificio de Planchart y Cía Scs. es el arquitecto germano-californiano Clifford Charles
Wendehack, autor también del edificio
Phelps y de la Casa Club del Caracas
Country Club, entre muchas otras arquitecturas magníficas de los años cuarenta. Enfrente estaba otro muy bello y
algo parecido al de la acera de enfrente,
ocupado por la firma Sucre y Cía. Aún
existe allí -afortunadamente-. El de la
Agencia Planchart fue demolido para
dar paso a Parque Central en 1973.
José Antonio Sánchez, fundador
de Intersan S.A. y quien pasó a ser
representante y distribuidor de la International Harvester, recordaba que
las primeras unidades de esa marca
llegadas al país cuando aún no existían
carreteras pavimentadas, eran de tonelada y media y se vendían a un precio del orden de cinco mil bolívares.
Pronto comenzaron a ser adquiridos
por las pequeñas empresas de transportes que hasta aquel momento sólo
habían utilizado carretas.
El general Manuel Corao importó
los primeros camiones que recorrieron
nuestras calles. Fueron de la marca
Mack destinados uno a la fábrica de
vidrio y el otro al Aserradero Anauco.
Entre algunos recuerdos de José
Antonio Sánchez figuraba que los vehículos al principio venían completamente armados. Después los
despacharon desarmados embalados
en cajas por lo cual había que hacer en
Caracas el trabajo de reconstruirlos.
Las más importantes marcas de
automóviles y camiones estaban representadas en el país por los llamados
concesionarios o agentes autorizados.
Ford y Chevrolet eran los carros de
precio bajo y tenían la mayor demanda
en tanto que los automóviles de precio
mediano y de lujo eran los preferidos
entre la clientela de mayores recursos
económicos. En esta categoría estaban
los Buick, Chrysler, Cadillac, Lincoln,
Mercury, etcétera.
Pocaterra fue adquiriendo experiencia y reputación de excelente vendedor, de tal suerte que en 1937
resolvió separarse de la agencia Chrysler para establecerse por su cuenta.
Junto con don Pedro Vallenilla Echeverría fundó la firma que giró bajo la
razón social de Pocaterra & Cía, la cual
asumió la distribución de los productos
de la Ford Motor Company: Ford, Mercury y Lincoln. Pocos años después la
firma se transforma en compañía anónima y Frank Pocaterra pasa a ser el
primer accionista. De su local de entonces situado frente a la Iglesia de
Santa Teresa, la nueva compañía se
muda a un edificio propio ubicado en
Puente Hierro.