Oldsman "Ruedas altas" 1903.
El automóvil más antiguo conservado
en Venezuela, fotografiado en Porlamar
en 1958, junto al American Austin 1930.
Ricos en cacao y sin caminos
Todavía en la década de 1930, el
comercio de Barlovento se hacía a través del ferrocarril y la flota costanera
de las empresas Krassus. A Río Chico,
población servida por el tren cuya línea
partía de Carenero y llegaba hasta poco más allá de El Guapo, el cacao provenía de distintos pueblos y haciendas
de la región: Cúpira, El Guapo, San
Fernando, San José, Panaquire, El
Clavo y otros, tal como lo detalla el
cronista Vicente Gutiérrez Rodríguez,
quien atribuye a Carlos Krassus la incorporación del carro mecánico a la
vida tanto de Río Chico como de los
lugares aledaños hasta donde era posible circular en las limitadas trochas
o caminos de recuas.
El cronista confirma la inexistencia de carretera hacia el mar, dependiendo sólo de camino de recuas hasta
que en 1933 comenzó el relleno de la
vía Río Chico-El Raizal dado que el
terreno presentaba dificultades por lo
bajo del mismo y la formación de lagunas en casi su totalidad. Tales obras
se realizaron siendo jefe civil el coronel
Guillermo Luzardo, de quien parte la
iniciativa de permitir vialidad adicional a la del pueblo, cuyas calles primero eran de tierra, luego de canto
rodado, situación predominante hasta
cuando Krassus comenzó a exhibir su
Dodge Brother embarcado en La Guaira, descargado en Carenero de uno de
los vapores de la línea Krassus, también propietarios del ferrocarril, en
uno de cuyos vagones llega el automotor a Río Chico. Luego, José Martínez,
compró un camión y Blas Paisano Fiorenzano sumó otro automóvil, desconociéndose los detalles.
Los interesados en deslindarse del
tren, sobre todo cuando el cacao se fue
a la baja en el decenio de los treinta,
contribuyeron durante dos años con
40 hombres y dinero para que el municipio persistiera en la iniciativa del
coronel Luzardo, pues el flete del fe-
rrocarril era alto, la empresa desatendía el pedimento de los agricultores y
comerciantes de que lo redujera, y el
precio del preciado fruto barloventeño
no daba margen para perder ni un
céntimo. Las vías carreteras ayudarían
a resolverles estos problemas.
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