Edgar J. Anzola.
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Félix Carpio.
Don Félix Carpio, así como de
otros pioneros que nos dejaron el reflejo de la epopeya que en buena medida fue la penetración de los carros
autopropulsados, refería en amenas
tertulias que cuando comenzó la labor
de despertar el interés de nuestro público por el transporte motorizado, allá
por 1912, 1913 y subsiguientes, naturalmente el mayor entusiasmo tuvo
lugar en Caracas, siendo desde luego
el mayor atractivo el poseer un automóvil y poder pasear por las pocas
calles y avenidas que para entonces
disponíamos, siendo las de El Paraíso
las arterias preferidas.
En aquellos años se inició el mejoramiento de la vía que conducía a
Los Teques, hacia donde el tráfico era
cada día más intenso. No puede decirse que fuese tarea fácil llegar sin dificultad. Baste el detalle de que durante
la estación de verano, la tierra que se
acumulaba hacía que en algunas ocasiones los carros tuvieran inconvenientes en su trabajo mecánico, porque los
cauchos no encontraban superficie firme para rodar y giraban sin otro resultado que profundizar cada vez más
las zanjas que ellos mismos producían.
Cosa parecida ocurría al no más llegar
las lluvias, siendo entonces más difícil
la tarea de sacar los automóviles de los
barriales.
En la vía hacia Los Teques, un
trayecto al cual los choferes veían con
malos ojos era la pendiente llamada
Sebastopol, donde a veces había que
dejar refrescar los carros una y otra
vez hasta alcanzar la cúspide de la subida. Pero de todas maneras, la gente
hallaba placer en este corto viajecito,
que muchas veces también era necesario hacer por nuestros vendedores ya
que los clientes lo exigían como una
prueba. Luego vino, como todos sabemos, el progreso del sistema vial que
el gobierno inició en el centro del país
hacia oriente y occidente. Y nosotros
-refiere Carpio- encontramos con ello
campo para extender nuestro servicio
hacia La Victoria, Maracay, Valencia,
Barquisimeto como también hacia el
sur con posibilidades de llegar hasta
San Juan de los Morros y Ortiz.
En 1913, Carpio, en compañía de
Edgar Anzola, tuvo ocasión de llevar
el primer automóvil que circularía en
San Cristóbal. El viaje requiere del
ferrocarril del Táchira al cual suben
el vehículo en Encontrados. Parte de
la vía estaba sin concluir y en cierto
punto -recuerda Carpio- llamado La
Regresiva, fue necesario emplear poleas hasta donde pudieron valerse nuevamente de los neumáticos. Sitúan en
el 18 de abril de 1914 la entrada del
carro que llegó a San Cristóbal propiamente por la carretera, puesto que
en parte fue por senderos que el año
anterior lo logra el que era conducido
por el dúo Anzola-Carpio, quienes no
se detienen hasta llegar a Cúcuta.
Al paso por Maracaibo establecieron una agencia en cuya organización contribuyó personalmente Phelps.
La firma giró bajo la denominación
Félix Carpio & Cía., Sucursal de E.
Arvelo y Phelps.
«Fuera de las avenidas de la ciudad, Maracaibo carecía todavía de vías
pavimentadas por donde pudiera irse
muy lejos, así que los paseos a las urbanizaciones confrontaban inconvenientes, principalmente porque la
pura arena del pavimento en algunas
secciones impedía la buena marcha de
los vehículos. Esto significaba -agrega
el relato de Carpio-, por así decirlo, el
peor enemigo del turismo local. Sin
embargo, logramos en Maracaibo, como en Caracas, desarrollar un razonable mercado para los automóviles».
Cerca de Los Potreritos, entre
Motatán y Valera, Manuel Castaño
llegó a desarrollar una pequeña empresa de transporte que como en otros
casos en toda Venezuela, un modelo T
fue el instrumento. Castaño, -recordaba Carpio- quien hizo que le pintaran
en el parabrisas la inscripción «Carro
de Alquiler del Señor Manuel E. Cas-
taño», empleó su automóvil para el
primer viaje a través de la Trasandina
llevando como pasajeros a una familia
de Betijoque. El automóvil fue llevado
desde Maracaibo vía La Ceiba, embarcado para cruzar el Lago y luego utilizar el ferrocarril hasta Motatán, de
donde continuaría por sus propios medios para llegar a Valera.