Automóviles y Caminos 2009 | Page 50

Nadie quería construir Sólo la Standard Oil Company of Venezuela y sus afiliadas se comprometieron a construir varias obras públicas, entre ellas carreteras, mediante un convenio firmado el 27 de diciembre de 1938 con el Ejecutivo Federal representado por el Ministro de Hacienda, a construir, hasta por una obligación global de cuatro millones de bolívares -poco más de un millón de dólares-, por concepto de habilitaciones aduanales. Otras concesionarias asumieron igual responsabilidad social. Fueron compromisos que significaron decenas de millones de bolívares de la época para resolver, con la inmediatez que el negocio petrolero demandaba, ingentes necesidades de servicios básicos para que la industria se desarrollara. Si las concesionarias no lo hubiesen hecho con sus recursos o a cambio de mayores privilegios fiscales, no existía Estado capaz de afrontar los gastos ni disponer de la logística y capacidad de respuesta expedita para, por ejemplo, abrir carreteras que atravesaran los llanos occidentales, Paria, Anzoátegui, Monagas e incluso el Norte de Bolívar, polo ferrominero. El primer acuerdo gobierno-petroleras se firmó el 18 de octubre de 1939. Un año después, en el caso de la Península de Paria, la vía Irapa-Güiria estuvo prácticamente concluida con las artes propias de la mejor ingeniería vial de entonces. El caso es que en Güiria, la Creole proyectaba una terminal para transferir el crudo y productos sacados por el río San Lorenzo, cuya profundidad no permitía la entrada de barcos de gran calado. Esa terminal funcionó varios años aunque en poco tiempo fue innecesaria pues se quedó corta y era menos confiable de lo que pensaban los diseñadores. A la carretera la dañó la falta de mantenimiento posterior de manera permanente por lo cual, las vicisitudes para alcanzar casi el extremo este de la península donde Colón descubrió a Ve- 50 nezuela en 1498, llegaron a ser pesadilla como la describen los señores Teriús, en la crónica correspondiente al caso. En términos generales, Oriente fue bastante desatendida tanto por los planes viales de Juan Vicente Gómez como de Pérez Jiménez. Durante los primeros años de gobiernos constitucionales democráticos puestos a andar a comienzos de la década de 1960, el sector público trató que empresas privadas acometieran obras tan importantes como la carretera que permitiera el acceso permanente, cómodo y confiable a la Gran Sabana, valga decir, avanzara más al Sur de El Dorado, estado Bolívar. De la misma manera como fracasaron tentativas puntuales de los años 20 y 30, la magnitud del proyecto en lugares en extremo apartados y por entonces aún bastante inhóspitos, determinó que el MOP recurriese a las Fuerzas Armadas. Doce kilómetros por año podía construir el Ejército de Venezuela, en 1965 a cargo de abrir la carretera entre El Dorado y Santa Elena de Uairén, planteada como una posibilidad en 1939 por el ingeniero Héctor Guardia por lo que correspondía al tramo El Dorado-Luepa, unos 170 kilómetros por camino de recuas y unos 170 para camino carretero no concretado pero que era conveniente extender para darle penetración a la Gran Sabana hasta acercar la frontera con Brasil aprovechando la sabana casi plana aunque para alcanzarla antes hubo que vencer la Sierra de Lema por el paso de La Escalera, en plena selva tupida donde se lucieron los hombres del batallón de ingenieros militares Cajigal, encargado de las obras financiadas por el MOP a razón de un millón de bolívares por año. A finales de la década de 1970, estaba prácticamente concluida más no asfaltada o totalmente pavimentada aunque era traficable todo el año. Para cruzar los ríos más caudalosos se apelaba a chalanas para cruzar de orilla a orilla entre la salida y la puesta del sol. En las últimas décadas se le ha inyectado muchos recursos a esta importante y hermosa carretera con la finalidad de animar el tráfico y apuntalar los polos de desarrollo que van creciendo a lo largo de la misma.