Claxon en la bocacalle
Renault 1914 en la vía hacia
Ocumare de la Costa.
Ambulancia modelo 1914 utilizada en
Caracas durante la Peste Española en 1918.
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Guillermo José Schael comenta
en su libro Caracas la ciudad que no
vuelve, que muy contados eran los automotores que circulaban por las calles
de Caracas en la década del veinte al
treinta. Esporádicamente uno que otro
cruzaba las bocacalles haciendo sonar
sus claxones. Los ministros y altos
funcionarios del régimen tenían poderosos Lincoln de ocho cilindros con
chofer a la puerta de sus despachos.
Generalmente circulaban sin placa de
identificación y estaban exentos del
pago de impuestos, arbitrario privilegio
criticado en voz baja por la oposición.
Eran los carros del famoso leoncito. El
mismo presidente Gómez poseía casi
una colección de tan afamada marca.
Entre otros, el blindado obsequio del
presidente Hebert Hoover en 1926,
hermosura resguardada en el garaje de
Miraflores años después de la muerte
del dictador. Por verdadera casualidad
se salvó de los saqueos de diciembre
de 1935, pero lo dejado por la turba se
lo llevaron por piezas los dueños de
chiveras.
El periodista de El Universal, Cronista de Caracas entre 1983 y 1989,
hizo notar: «Rara vez en la ciudad de
aquel tiempo se producían colas y aglomeraciones como las que estamos acostumbrados a ver ahora, salvo en ocasión
de excepcionales ceremonias oficiales,
en los entierros, bautizos o matrimonios. La presencia -por ejemplo- de tres
o cuatro automóviles en una calle indicaba que habría cerca alguna recepción, un enfermo grave o el caso de
celebrarse un conciliábulo de algunos
de los jerarcas del régimen».
Asimismo solía verse desfilar diez
o doce vehículos por El Paraíso de tarde cuando el general Gómez venía a
pasar breves días en Caracas procedente de su residencia habitual en Maracay. Entonces salía a la calle un
camión cisterna de los acueductos y
procedía a humedecer el piso para que
el polvo no produjese irritación al Ge-