Autarquía Sexto número | Page 8

Es oficial, Se ha ido para no volver D esde tiempos remotos hemos sido exploradores por naturaleza; somos inquietos y nos preocupa lo que está más allá de nuestra línea de vista como amenaza, intri- ga y curiosidad; es como si recorrer y conquistar la dis- tancia estuviera en nuestra sangre, no importa lo que tome, adónde nos lleve, incluso si cobra vidas, como la propia. La concepción de distancia, si bien ha cambiado a lo largo de la historia, hoy se ha hecho más evidente que nunca: se ha relativizado. Con múltiples dispositivos, entre ellos los celulares, se necesita un sólo clic y en segundos podemos comunicarnos con personas o en- tes informáticos en otras partes del planeta, a veces sin considerar que a quien llamamos pudiera estar dor- mido en medio de la madrugada. Puede tomar menos tiempo viajar de un continente a otro, que ir de una ciudad a otra, a un pueblo o a una ranchería de varios cientos de kilómetros. No se diga trasladarse a través de un país y, lo que lleva en correspondencia, avanzar ciertos trayectos en ciudades densamente pobladas. La mayor distancia recorrida tan sólo dos mil años atrás comprendía el Mare Nostrum de los europeos que, siglos antes, los fenicios transitaban con maestría; después adquirió dimensiones oceánicas con el viaje de Colón, cuyo descubrimiento de América también se reclama para los Vikingos; luego mundiales cuan- do Magallanes realizó su viaje épico donde únicamen- te su colega Elcano pudo regresar al sitio de origen; orbitales cuando el Sputnik recorrió el rostro sin fin del planeta desde el espacio exterior, hecho que dejó sorprendido al mundo y afligidos a los norteamerica- nos; espaciales cuando el hombre llegó a la Luna, lugar 8 Autarquía donde hemos estado más lejos de casa; y las naves es- paciales Vikingo con las que, por primera vez de mane- ra exitosa, descendimos sob