Es oficial,
Se ha ido para no volver
D esde tiempos remotos hemos sido exploradores por
naturaleza; somos inquietos y nos preocupa lo que está
más allá de nuestra línea de vista como amenaza, intri-
ga y curiosidad; es como si recorrer y conquistar la dis-
tancia estuviera en nuestra sangre, no importa lo que
tome, adónde nos lleve, incluso si cobra vidas, como
la propia.
La concepción de distancia, si bien ha cambiado a lo
largo de la historia, hoy se ha hecho más evidente que
nunca: se ha relativizado. Con múltiples dispositivos,
entre ellos los celulares, se necesita un sólo clic y en
segundos podemos comunicarnos con personas o en-
tes informáticos en otras partes del planeta, a veces sin
considerar que a quien llamamos pudiera estar dor-
mido en medio de la madrugada. Puede tomar menos
tiempo viajar de un continente a otro, que ir de una
ciudad a otra, a un pueblo o a una ranchería de varios
cientos de kilómetros. No se diga trasladarse a través
de un país y, lo que lleva en correspondencia, avanzar
ciertos trayectos en ciudades densamente pobladas.
La mayor distancia recorrida tan sólo dos mil años
atrás comprendía el Mare Nostrum de los europeos
que, siglos antes, los fenicios transitaban con maestría;
después adquirió dimensiones oceánicas con el viaje
de Colón, cuyo descubrimiento de América también
se reclama para los Vikingos; luego mundiales cuan-
do Magallanes realizó su viaje épico donde únicamen-
te su colega Elcano pudo regresar al sitio de origen;
orbitales cuando el Sputnik recorrió el rostro sin fin
del planeta desde el espacio exterior, hecho que dejó
sorprendido al mundo y afligidos a los norteamerica-
nos; espaciales cuando el hombre llegó a la Luna, lugar
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Autarquía
donde hemos estado más lejos de casa; y las naves es-
paciales Vikingo con las que, por primera vez de mane-
ra exitosa, descendimos sob