continuar con Fermín, José, Consuelo y ella misma al final
de su testimonio.
Pero cabe aclarar que no fueron todos los Revueltas; la pa-
rentela que formaron don José y doña Romana fue, como
los linajes de ese tiempo, bastante numerosa. Fueron 12
hijos en total.
Seis de ellos fueron destacados y cuatro fueron notables;
lamentablemente no se les ha dado su debido lugar en la
historia de la cultura y del arte de México, no obstante que
los restos de Silvestre (1899-1940), el mayor, reposan en
la Rotonda de los hombres ilustres desde el 23 de marzo
de 1976 y es uno de los músicos más importantes de nues-
tro país. Siguen, de mayor a menor: Fermín (1901-1935),
pintor y de muerte prematura; Consuelo (1909-1990), que
también pintó; Rosaura (1910-1996), bailarina y actriz,
cuya película La sal de la tierra (The Salt of the Earth, Her-
bert J. Biberman, 1954) es sumamente actual y José (1914-
1976), el destacado militante, escritor y teórico; y, por úl-
timo, Agustín (1920-1996), también artista y empresario.
Por razones de espacio, aquí nos vamos a ocupar sobre todo
de José Revueltas y un poco de Silvestre, quizás los más
radicales y subversivos de los hermanos. El primero lo fue
tanto que el Estado prácticamente se olvidó de él en el año
de 2014, en el centenario de su nacimiento; mientras que
quemó todos los inciensos para conmemorar el centenario
de Octavio Paz, quien también nació, como José, el año de
1914. Y claro que los merecimientos de Octavio Paz están
fuera de discusión, pero…
Las razones ideológicas y políticas son más que obvias.
Pero el Estado, bastante totalitario en su idiosincrasia na-
cionalista y priísta, que ha permeado a todos los partidos
políticos, desde la derecha panista hasta la izquierda pe-
rredista; ¿es casual el frente que están llamando a confor-
mar el Partido de Acción Nacional (PAN) y el Partido de la
Revolución Democrática (PRD), abjurando, ambos, de su
historia y principios?
Todo en aras del pragmatismo político y, según nuestra lec-
tura, para prestarse al jueg