Autarquía Cuarto número | Page 9

Ilustración: Basavanna ¿Dónde se guardan los recuerdos, las fechas, los nom- bres, las personas, los recorridos en bicicleta? Un buen amigo me dijo una vez que recordar es volver al cora- zón. Veo mis recuerdos como veo las imágenes en el cine: algunos desenfocados porque han desaparecido, otros con gran detalle. Recuerdo que cuando algo me daba miedo mi cuerpo se bloqueaba y cerraba los ojos. Recuerdo cuando mi padre me enseñó todo sobre el vuelo de la bicicleta. Cómo montarla, cómo andar con cuidado, siempre con los ojos abiertos, decía. Deja que tus manos se amolden al manubrio, encuentra el centro y mantén el equilibrio y, hagas lo que hagas, no cierres los ojos, fue lo que me dijo antes del primer recorrido. Yo, con miedo a caerme, a lastimarme, me aventé con la mirada siempre al frente. Por un instante, recuerdo, aprendí a mirar. Ahora vuelo en mi bicicleta a otro camino. Es un reco- rrido diferente. Ya hasta me atrevo a cerrar los ojos a ra- tos, cuando quiero recordar. El vuelo de la bicicleta me hace conocerme mejor a mí misma. El tiempo y el es- pacio se viven de otra manera. El tiempo pareciera que se suspende, flotando en el aire. Es un momento donde dos cuerpos se involucran y bailan: el espacio y yo. Pasa como cuando uno va mirando a través de la ventana en carretera: donde el espacio se mueve, acompaña a uno. Miro la ciudad con una mirada cinematográfica. Miro abajo, y el piso se mueve rápido. Miro los edificios que bailan por momentos, pero se quedan en sus lugares. Y miro al espacio más lejano, un plano general, una montaña que apenas se mueve. Tres diferentes planos en el mismo espacio a la misma velocidad que se mue- ven distinto. Si miro la lejanía, pareciera como si per- maneciera inmóvil; en cambio, si miro el pavimento, me dice que voy flotando. Me detengo en los detalles del ambiente, pero también en los detalles de mi vida. Andar en bicicleta pone en marcha mis recuerdos. El flâneur o las distintas formas de transitar por la ciudad se han convertido en un acto de reflexión e inspiración para la escritura y para el arte. Pero el andar en bicicleta se vuelve una forma para recordar, para encontrarse con uno mismo. En una clase un gran maestro nos pregun- tó: del 1 al 10, ¿qué tanto se conocen? El número salió bajo: 4.Entonces, dijo, necesitamos una dosis de Vitriol. ¿La medicina? No, el Vitriol es un anagrama que signi- fica Viaje al interior de la tierra y encontrará la piedra oculta. Excavar la tierra, recordar, andar en bicicleta me llevan hasta al centro de la tierra, mi centro, has- ta encontrar esa piedra tan oculta, a tocar mi corazón. Un gran cineasta dijo una vez que se llega al corazón a través del oído y no de la vista. Pero yo creo que recor- dando es cuando realmente se vuelve al corazón. ▪ Mareike Görnemann Autarquía 9