Autarquía Cuarto número | Page 19

¿Pero qué significa esta “libertad” que los países neoliberales se han encargado de pregonar por el mundo? Ya lo dicen los co- merciales de perfumes, las canciones de rock, los libros baratos de superación personal que no son, en lo absoluto, baratos, la psicología barata que tampoco es barata, los espectaculares de las carreteras, los productos «i» que te obligan a personalizarlos al igual que las redes sociales, todos ellos lo predican al uníso- no, como monjes en procesión mientras se autoflagelan o como Freddie Mercury vestido de sirvienta, todos ellos cantan en coro la canción de la libertad: Be yourself. Ser nosotros mismos, este es el imperativo. Aquello que entendemos los hombres modernos por «libertad», tiene que ver con un trabajo de apropiación, o mejor dicho, de autoapropiación. Foto por: David Mancillas Desde luego que el chiste se cuenta solo: la libertad como im- perativo no es un acto de libertad, sino de dominación; “yo voy a decirte quién eres: tú eres tú, vengo a liberarte, tu identidad te la digo yo”. Este es el discurso con el que se ataca al islam, con el que se interviene en las elecciones presidenciales latinoame- ricanas, con el que se echa a los migrantes: “ellos amenazan mi libertad”.En el yo soy yo, no hay espacio para el otro. México interioriza los dos discursos, un discurso antiguo, que viene desde lejos, como el ladrido de los perros en un llano, que le hace pensar al mundo como un hogar del que no es dueño, en clave comunitaria, y donde la historia no tiene un sentido lineal, y otro discurso más reciente, progresis- ta, donde al hombre se le obliga a ser libre, se le exige ser «individuo» ¿Cómo se pretendía que funcionara un estado republicano ante esta disociación? La historia de México es la fábula de una espada, una cruz y un imperativo que nos exige una libertad que nos es ajena, y mientras no entenda- mos la moraleja, seguirá corriendo sangre en nuestro país. ▪ Irving Josaphat Montes Autarquía 19