Foto por: José Antonio Lama
Asumimos el
Nihilismo.
“El mismo hombre se
ha despersonificado
tanto, que ahora ya
no es capaz de superarse a sí mismo”.
1
F. Nietzsche , Así habló zaratustra, Alianza, Madrid, 2015. P. 46.
Aún recuerdo el día en que Dios murió. Yo tenía 7 años y
solía ver a la gente pasar desde mi ventana, aquel día no
había nada extraño, parece que las personas ignoraban la
muerte de Dios, o es que quizás la noticia les llegó menos
tarde que a mí.
Ese día mi abuelo habló demasiado, como siempre lo hacía, se bebió un par de tragos y me dijo: - Empieza a leer.
Y yo leí: “Mas cuando Zaratustra estuvo solo, habló así a
su corazón: «¡Será posible! ¡Este viejo santo en su bosque
no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto!»”1
Y yo que me encontraba dentro del bosque encantado
de mi infancia tampoco había escuchado jamás sobre su
muerte. Sin embargo, sin darme cuenta, había estado viviendo los estragos que esa muerte dejó. Al morir Dios,
todo carecía de sentido como la mayoría de mis preguntas:
¿Para qué íbamos a la iglesia?, ¿para qué los sacramentos
si Dios ya murió y nadie puede revivirlo? Contaban en la
iglesia que un tal Jesucristo pudo, ciertamente, resucitar,
pero yo ya sabía que Dios y éste no eran el mismo; razón
de más para creer en el hombre.
¡Entre todos lo hemos matado! La filosofía responde desde Hegel, quien, presuntamente, resolvió el problema que
mantenía a Dios con vida y, a su vez, anunció que no había
nada más allá, que la filosofía no tenía ninguna razón de
ser, dejando la nada, dejando vaciedad, en el sentido de
que en la filosofía ya no hay nada que pensar.
El abuelo decía que Dios había sido superado por el hombre y a éste sólo le quedaba superarse a sí mismo. Dios
murió y no dejó más que problemas. Las distintas religiones pelean por obtener su patrimonio y las personas
comunes rezan a una imagen que vinculan con él ¡Qué
vaciedad!, otras más no le rezamos a nadie, supongo que
somos los más vacíos, pero en un mundo tan determinado
por la nada ¿qué nos queda?, ¿revelarnos?, ¿angustiarnos?
o ¿asumir el nihilismo?
Se acabó el mundo de las especulaciones; la mitología
griega, la metafísica y otras disciplinas, fueron reemplazadas, el hombre moderno exige verdades demostrables,
exige poner a la ciencia en el centro de todo, incluso por
encima de sí mismo.
Pese a los esfuerzos de Marx por recuperar la noción del
individuo, el mismo hombre se ha despersonificado tanto
que ahora ya no es capaz de superarse, mucho menos de
retomar su valor.
¡Somos nihilistas!
Karina De Santiago.
Autarquía
3