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“ La vida es para el superhombre un juego de niños, una danza dionisíaca.”

ENTAS, ¿ QUÉ ES RIEDAD?

Cuando Rubén, un niño de 5 años, me preguntó por qué en el estudio permitíamos que los niños pintaran en las paredes, no supe qué responder. Uno puede apelar a la expresión libre del arte o al ejercicio catártico, pero, ¿ qué valor se interpone entre un niño y un león? Siguiendo a Nietzsche, mientras que el león renuncia a las ataduras, el niño es creador de valores a favor y en perjuicio de sí mismo. La carga que en principio es un deber que el camello ha de asumir como suyo, es luego un“ yo quiero”. El niño que Zaratustra relata frente al espejo, no es más que la figura reconociéndose como un otro y un yo al mismo tiempo, ese yo que se burla toda vez que se observa a sí; se suelta del mundo, huye de sí mismo para reencontrarse con el aguijón de la libertad. No es ya el aguijón una amenaza, pues es más una amenaza el hombre para sí mismo, así como, según Nietzsche, el último hombre para el superhombre es una vergüenza irrisoria.
La figura del superhombre es un niño que juega. No resuelve su existencia, pero afirma la vida diciendo que sí a todo. Todo alrededor de él es más pequeño, al igual que la carga de sus valores. El niño es riesgo, abandono y posesión, es querer y llevar a cabo; pero aquel que quiera renacer para ser un niño,“ ha de querer ser también la parturienta y los dolores de la parturienta” 1, ha de darse a luz a sí mismo. A diferencia de otros niños que frecuentan el estudio de arte, Rubén ya está familiarizado con el valor de pintar en las paredes. Antes de que yo pudiera responderle con un prejuicio, él me mira confuso y voltea de nuevo a ver las paredes del estudio, cubiertas con pincelazos en desorden. Le digo que aún cuando en el estudio es posible, dibujar en las paredes es algo que en su casa y otros lados no se debe hacer. Rubén me mira abriendo más los ojos, y me dice:
« En mi casa mi mamá nos deja a mí y a mi hermana pintar en todas las paredes »
¿ Qué es pues el superhombre sino un niño, un niño que toma su lugar en un campo de juego y se apropia de su ocaso, de las tablas rotas y de las nuevas que se dispone a escribir? Ha de observarse la transparencia con la que éste se arroja al mundo. Incluso en su maldad, el niño es inocente y desvergonzado; la vida es para el superhombre un juego de niños, una danza dionisíaca. Para mi desgracia, Rubén ya anticipaba mi respuesta. Su confusión provenía de otro lado. Él y su hermana eran los únicos niños en el estudio que no pintaban en las paredes.
Rosa María González.
1
F. Nietzsche, Así habló zaratustra, Alianza, Madrid, 2000. P. 136.
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