Auschwitz, el matadero de la historia AUSCHWITZ revista | Page 32

[32] Entretanto la inteligencia británica seguía su búsqueda. Habían tenido las primeras noticias de Höss gracias a las declaraciones de prisioneros liberados de Bergen-Belsen que antes habían estado en Auschwitz y decidieron localizarlo presionando a su familia. Encontraron a su esposa, Hedwig, en un pueblo cercano a Belsen y la detuvieron el 8 de marzo de 1946. En su interrogatorio insistía en que su marido había muerto hasta que la engañaron con la amenaza de la deportación de sus tres hijos a Siberia. Reveló entonces el escondite de su marido, que fue detenido a las 11 de la noche del 11 de marzo en Gottrupel, en una granja próxima a Flensburgo. Un médico lo inspeccionó inmediatamente para evitar que, como Heinrich Himmler, se suicidara si disponía de una cápsula de veneno y fue golpeado repetidamente para que confesara su identidad. Trasladado al cuartel general de Heide, fue nuevamente maltratado y se le mantuvo despierto tres días hasta que firmó el 14 de marzo una confesión de ocho páginas. Sus declaraciones a partir del arresto aún hoy día están en duda, ya que aparecieron dos confesiones: la primera, hecha en su propia lengua ante autoridades británicas en la que afirmó que su ampolla de veneno que guardaba consigo se había roto dos días atrás. La segunda confesión, a posteriori, fue realizada cuando estuvo en Cracovia, dejando muchas dudas en relación a la primera (contaba con un abogado). Declaró que, por haber sido torturado para la primera declaración, se vio obligado a firmar lo que sus captores le exigieron. En Cracovia se retractó de todo lo dicho en la primera confesión. Esto no fue tenido en cuenta por los jueces. Fue llevado a los Juicios de Núremberg, como testigo en el juicio de Ernst Kaltenbrunner, Oswald Pohl y la IG Farben. El 25 de mayo de 1946, fue extraditado a Polonia donde se le abrió un nuevo juicio por crímenes de guerra, en cuyo transcurso no negó ninguno de los cargos, afirmándose en el hecho de que cumplía órdenes directas de Himmler y que, dado su rango militar, no podía ignorarlas. Durante el juicio no presentó denuncias contra quienes le mantenían preso, por el contrario, en sus Memorias se muestra agradecido hacia ellos por haberle permitido escribir su historia personal. Todos los prisioneros supervivientes afirmaron que era un hombre que administraba con frialdad y sin sentimientos el campo de Auschwitz; él solo dirigía una «máquina de matar». De este modo lo deja reflejado en sus memorias manuscritas, redactadas mientras estuvo en prisión: “Por voluntad del Reichsführer de las SS, Auschwitz se convirtió en la mayor instalación de exterminio de seres humanos de todos los tiempos. Que fuera necesario o no ese exterminio en masa de los judíos, a mí no me correspondía ponerlo en tela de juicio, quedaba fuera de mis atribuciones. Si el mismísimo Führer había ordenado la solución final del problema judío, no correspondía a un nacionalsocialista de toda la vida como yo, y mucho menos a un Führer de las SS, ponerlo en duda. Rudolf Höß” Al final de su proceso en Cracovia, el 2 de abril de 1947, Höß acogió la sentencia de muerte con aparente indiferencia. Fue ahorcado en el antiguo campo de concentración de Auschwitz el 16 de abril de 1947.