Hemos escuchado hablar acerca de
la reforma educativa y de nuevas políticas para exigir la profesionalización
del docente; así mismo se ha hablado
de la falta de ética de algunas universidades por convertirse en un simple negocio más de explotación hacia
las familias; muchas sin preocuparse
realmente por tener jóvenes profesionistas altamente capacitados o competitivos para el mundo laboral sino
preocupados sólo por solventar sus
propios intereses.
Y es que esto se ha vuelto un gran problema en nuestro sistema educativo y
económico; que por muchos años al
gobierno no le ha importado. Bien dicen al pueblo pan y circo y todos contentos, ¿pero realmente deseamos
seguir en lo mismo?
Es evidente que educación y empleo
son factores que potencian la participación de adolescentes y jóvenes en
actividades, es decir que quienes están fuera del sistema educativo o no
tienen acceso al mercado laboral cuentan con menos posibilidades de avanzar en su desarrollo humano y decidir
sobre sus vidas. Y está claro que una
de las principales razones que desmotivan la participación de las juventudes
en actividades es la falta de respuesta
a sus expectativas.
Las juventudes se consideran protagonistas del desarrollo, ¿pero realmente
se la creen? Se perciben sin poder de
decisión para superar sus privaciones,
se consideran grupos vulnerables y
hasta víctimas; bueno a quien no le es
más fácil quejarse y echarle la culpa a
otros justificando nuestra falta de acción y movilidad. Somos expertos en
generar pretextos o excusas.
Lamentablemente las actuales generaciones no asimilan, ni entienden que
la participación es fundamental en los
procesos de desarrollo humano por
sus efectos en la autoconfianza, empoderamiento y capacidad para actuar
sobre las metas definidas por las personas y por la conquistas de sus derechos humanos. En la medida en que
las juventudes participan procuran su
bienestar y el de sus comunidades.
El problema no es exclusivo de México, es un asunto de prioridad global
que enfrentan más de 75 millones de
jóvenes, de acuerdo con datos de la
Organización Internacional del Trabajo
(OIT). Tan sólo en México se registraron 7 millones 820 mil ‘ninis’ en 2012,
reportó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE), colocándose como el tercer
país con mayor número de personas
en esta situación, detrás de Turquía e
Israel.
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