Ecléctico
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ECLECTICISMO: LA ARQUITECTURA IDEAL DEL SIGLO XIX
La arquitectura de la segunda mitad del siglo XIX, asimiló influencias provenientes de campos tan distintos
como la historiografía, la arqueología, la literatura y la filosofía. Historiografía y arqueología hicieron
posible los primeros estudios serios de catalogación e inventario de las ruinas griegas, así como la
publicación de los primeros libros sobre historia de la arquitectura, pero fue la literatura la que puso de
moda el gusto por lo medieval, fomentando una cierta simpatía por la historia y arqueología medieval. La
legendaria novela El Castillo de Otranto de H. Walpole, inició una larga serie de títulos que situaban la
acción en la Edad Media o en la contemporánea y en los que siempre se hacían referencias
arquitectónicas a edificios góticos reales o disparatadamente imaginarios, como la catedral gótica de
Madrid descrita en El Monje de Matthew G. Lewis.
Al margen de estas modas, impuestas por la literatura de ficción, el historicismo gótico gozaba de
merecido prestigio en una cuádruple vertiente: cristiana, nacionalista, racional y social.
El argumento central en la obra de Pugin, es que la religión verdadera debe conectar con la arquitectura
verdadera, por ello consideraba la arquitectura gótica como la arquitectura del cristianismo: 'El gótico no
es un estilo, es una religión y vale más que el estilo griego porque la religión cristiana vale más que la
pagana.
Por lo que se refiere a la corriente nacionalista, fueron los intelectuales norteuropeos quienes
contribuyeron al estado de opinión de los nacionalismos arquitectónicos. En el temprano escrito de
Goethe Von Deutscher Baukunst, reeditado repetidas veces e instrumentalizado tendenciosamente, se
afirmaba que la arquitectura nacional alemana se encontraba en la tradición gótica. En Francia la defensa
del gótico que hace Victor Hugo en su novela Notre-Dame está teñida de nacionalismo: 'En espera de los
nuevos monumentos, conservemos los antiguos. Inspiremos al pueblo el amor por la arquitectura
nacional'. Los tres capítulos de la novela -Nuestra Señora de París, París a vista de pájaro y Ésto matará
a aquéllo- dedicados a la arquitectura y que no aparecieron sino en la tercera edición del libro, son
probablemente algunas de las páginas más lúcidas que se han escrito sobre arquitectura durante este
período.
Por otro lado, los arquitectos del siglo XIX se encontraban ante el dilema idealismo-racionalismo, o arte-
ciencia. Viollet-le-Duc, a pesar de su creencia en la racionalidad de la arquitectura griega, declaraba que
en la arquitectura de siglo XIII era imposible separar la forma de la estructura y por lo tanto el gótico era el
único sistema racional de construcción. Sin embargo, la demanda social de nuevos programas de edificios
suscitaba la esperanza del surgimiento de una nueva arquitectura, objetivo primordial de todas las
elucubraciones que tuvieron lugar a lo largo del siglo XIX.
Los aspectos del historicismo siempre implicaban una determinada actitud hacia el pasado. Hemos visto
cómo los idealistas creían que volviendo al gótico se podía crear la nueva arquitectura, pero existían otros
arquitectos que utilizaban los estilos históricos según las demandas del cliente o en el mejor de los casos,
siguiendo criterios de oportunidad. Se les llamó eclécticos.
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