e hispanoamericanos hasta la primera mitad del siglo XX.4 Otros sucesos
que contribuyeron a extender la esfera de influjo de esta metodología
fueron la revolución francesa y la creación de los Archivos
Nacionales.
Las causas determinantes para la organización de los archivos por
materias, durante el siglo XIX, se encuentran en la herencia dejada
por el Racionalismo y la Ilustración; el ejemplo de la enciclopedia y
en la manera en que se formaron los grandes archivos nacionales a
principios del siglo XIX: con inmensas cantidades de documentos de
distintas oficinas, algunas de las cuales ya habían desaparecido; además
de que los vínculos que tenían entre sí, se habían roto en los
múltiples traslados; de tal manera que al llegar a los archivos, éstos
no guardaban ya ninguna relación. Si a ello agregamos la función cultural
de los archivos, como elemento primordial de la investigación
histórica, en boga durante esta etapa, comprenderemos el porqué de
la clasificación por materias.5
Durante el siglo XIX y hasta la primera mitad del siglo XX, aproximadamente,
la archivística se concibió como una técnica al servicio
de la historia, la mayor parte de los esfuerzos de los archivistas estaban
encaminados a brindar a los historiadores la materia prima de
sus investigaciones; hubo avances sobre todo en la descripción archivística
y en los estudios diplomáticos. La profesión de archivistas era
desempeñada por historiadores, abogados y eruditos. En esta etapa
se dio un gran acercamiento entre la archivística y la bibliotecología,
incluso llegó a adoptarse el sistema de clasificación Dewey y se intentó
hacer thesarus para difundir la información de los archivos.
Y van a ser precisamente los archivistas historiadores, quienes en la
búsqueda de un mejor servicio a la historia formularon, a mediados
del siglo XIX, los principios fundamentales de la archivística moderna.
En 1898 se publicó el manual de organización de archivos de los holandeses
S. Muller, T. Feith y J. Fruin, en el que recogían y sistematizaban
la teoría de Natallis deWally, acerca del principio de procedencia
y el de orden original. De acuerdo con el manual, los archivos son:
“[...]el conjunto de los documentos escritos, dibujos e impresos, oficialmente
recibidos o producidos por un órgano administrativo o de
uno de sus funcionarios". Las reglas 8 y 16 del referido manual enuncian
los dos principios de la teoría clásica archivística: los fondos documentales
“[...]deben mantenerse cuidadosamente separados”, y
no se han de mezclar con los archivos de otros creadores, o colocarlos
en colecciones artificiales basadas en la cronología, la geografía, o
de materia. El manual fue aprobado en la Feria Mundial de Bruselas
de 1910 y en 1940 fue traducido por Arthur J. Leavitt con el título Manual
for the arrangement and description of archives, desde entonces
ha sido uno de los pilares fundamentales de la teoría archivística.7
El interés exclusivo por los archivos históricos y la escasa o nula
importancia que tenían los archivos administrativos, prevaleció hasta
después de la Segunda Guerra Mundial. Pero hubo un acontecimiento
anterior que propició que de forma paralela, empezara a gestarse
una nueva teoría de la archivística, la cual haría recuperar la dimensión
administrativa de los documentos: la recesión económica de los
Estados Unidos de 1929. Fue en esta época cuando en ese país se
buscó la forma de agilizar la administración, con objeto de contribuir
a la recuperación económica, en consecuencia surgió la teoría del Records
Managements (administración de documentos), como un factor
de la eficacia administrativa. Este nuevo postulado establecía que
no toda la documentación debía conservarse y que los documentos
debían gestionarse, para decidir su permanencia o destrucción.8
Este hecho cimbraría las bases de la archivonomía tradicional y
marcaría un verdadero hito en la teoría y prácticas archivísticas a nivel
internacional. También provocó un acalorado debate entre el teó-