La obligación de mandar a los niños a clases ordena los quehaceres del hogar, no hacerlo no solo implica un cambio en las dinámicas familiares sino que incrementa la presión veraniega marcada por el calor extremo y el aumento del gasto doméstico. El tiempo libre vacacional puede aprovecharse de muchas formas, desde el descanso y visitas familiares hasta actividades creativas o recreativas. Cada hogar habrá de ajustarse a lo que su bolsillo le permita gastar; sin embargo, para muchos escolares, el verano tiene un significado distinto: trabajan más, ya que de manera regular apoyan el gasto de la casa trabajando en los negocios familiares, en el mejor de los casos, pues muchos otros trabajan en distintos giros a pesar de que la ley prohíbe el trabajo infantil. No hay que perder de vista que, según cifras oficiales, el 13 % de los menores de entre 5 y 17 años trabajan en México; es decir, alrededor de 4 millones de niñas, niños y adolescentes se ven obligados a integrarse al mundo laboral por necesidad y para complementar los gastos del hogar.“ Esto no nos debe escandalizar, somos un país con una economía bicefálica, mayormente informal, que explica la existencia de estos dos tipos de infancias. Por un lado, están quienes estudian, descansan y se desarrollan sin mayores sobresaltos bajo la dispensa económica de sus padres. Por el otro, aquellos que por necesidad, de manera solidaria, trabajan desde pequeños y contribuyen al sostenimiento del hogar. A estos cuatro millones de menores, el país les está robando su niñez y adolescencia al permitir que vivan en circunstancias de trabajo ilegal que a su vez provoca la deserción escolar y profundiza la desigualdad”, destacó Rivera.
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