Antropología Cultural y Social Antropología_Cultural_y_Social | Page 69

Posiciones como la de la disciplina de la Sociobiología pueden entonces predisponernos a tomar una postura ideológicamente peligrosa, y usarse como eventual justificación de lo que han sido crímenes pasados de la humanidad —como los genocidios de la historia humana basados en la inferiorización del “otro” (cultural, étnico, religioso, social), desde una argumentación biologicista de la diferencia—, así como de cualquier potencial crimen futuro que pudiésemos cometer —como los imaginados por las distopías literarias del tipo de A Brave New World de Aldous Huxley, o 1984 de George Orwell, o A Handmaid’s Tale de Margaret Atwood—. Al respecto, podemos identificar ciertas posiciones sociobiológicas de un obvio y manifiesto nivel reduccionista de explicación en algunos de los fragmentos incluidos en la “Guía de actividades prácticas” de la Cátedra, por ejemplo (*6) . Para la perspectiva sociobiológica, la inevitabilidad de las guerras en la historia humana podría justificarse desde la ineludible determinación biológica para la violencia en el ser humano; la homosexualidad, por caso, o la tendencia a ser social/sociable o asocial, estarían inscriptas genéticamente, lo cual condicionaría comportamientos y conductas en cada individuo a partir del casi místico lugar de un genoma dado, contra el cual nada puede hacerse; el “gen egoísta” de Dawkins sólo busca perpetuarse, sin importar las consecuencias; etcétera... Ya sea que la valoración resultante de este reduccionismo biológico sea positiva (como el caso que argumenta una supuesta superioridad de las habilidades sociales de la mujer basada en el par de cromosomas “X”) o negativa (como el argumento que sostuvo que la presencia de un cromosoma “Y” supernumerario teóricamente predispondría al varón a devenir en asesino), los reduccionismos de este tipo nunca se sostienen de manera irrefutable, como lo demuestra el hecho de que —en primer lugar— no hay nunca un verdadero rigor científico detrás de tales correlatos entre la genética y la conducta humana, y como también lo demuestra el hecho de que —por otro lado— la misma comunidad científica no tarda mucho en desdecirse invalidando estos pretendidos “hallazgos”. Además, como ya argumentáramos más arriba, la peligrosidad inherente a muchos de estos argumentos (como, por ejemplo, el de suponer que la pobreza es de carácter “heredable”) es de destacar, y debe inmediatamente ponernos en alerta: estos reduccionismos tienden a naturalizar argumentos inferiorizantes, instalándolos en una posición que la doxa no está